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Nada más que libros – El retrato de Dorian Gray – Oscar Wilde

9 noviembre, 2023 - Literatura
Nada más que libros – El retrato de Dorian Gray – Oscar Wilde

“Al entrar, encontraron, colgado en la pared, un espléndido retrato de su amo, tal como le habían visto últimamente, en toda la maravilla de su exquisita juventud y de su belleza. Tendido sobre el suelo había un hombre muerto, en traje de etiqueta, con un cuchillo en el corazón. Estaba ajado, lleno de arrugas y su cara era repugnante. Hasta que examinaron las sortijas que llevaba no reconocieron quién era”.

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Oscar Wilde nació en Dublín en 1854 y fue hijo de un cirujano y de la escritora Joana Elgee. Tuvo una infancia tranquila y sin sobresaltos. Estudió en el Trinity College de Dublín y en el Magdalen College de Oxford, en el cual recibió el premio Newdigate de poesía, que gozaba de gran prestigio en la época. El autor combinó sus estudios con viajes por Europa, al tiempo que publicaba sus primeros poemas en diversos periódicos y revistas. En 1882 emprendió un viaje a Estados Unidos, donde ofreció una serie de conferencias sobre su teoría de su filosofía estética, que defendía la idea del <<arte por el arte>> y en la cual sentaba las bases de lo que posteriormente dio en llamarse “dandismo”. A su vuelta, Wilde hizo lo propio en universidades y centros culturales británicos, donde fue excepcionalmente bien recibido. También lo fue en Francia, que visitó en 1883, y donde entabló amistad con el poeta Verlaine y otros escritores de la época. El 1884 se casó con Constance Lloyd, y tuvieron dos hijos, que, por cierto, rechazarían el apellido paterno tras los acontecimientos de 1895.

Entre 1887 y 1889 editó una revista femenina, “Woman`s World”, y en 1888 publicó un libro de cuentos, “El príncipe feliz”, cuya buena acogida motivó la publicación de varias de sus obras. El genio de Oscar Wilde se basaba en el ingenio punzante y epigramático que derrochaba en sus obras, destinadas casi siempre a a fustigar las hipocresías de sus contemporáneos. En 1891 se reedito en libro una narración publicada anteriormente en forma de fascículos, “El retrato de Dorian Gray”, la única novela del autor. Esta obra le reportó feroces críticas desde los sectores purítanos y conservadores, debido, entre otras cosas, a su tergiversación del tema de Fausto. No disminuyó, sin embargo su popularidad como dramaturgo, que se acrecentó con obras como “Salomé” de 1891 o “La importancia de llamarse Ernesto” de 1895, obras de diálogos vivos y cargados de ironía. Su éxito, sin embargo, se vio truncado en 1895, cuando el marqués de Queenberry inició una campaña de difamación en periódicos y revistas acusándolo de homosexual. Wilde, por su parte, intentó defenderse con un proceso, aunque sin resultados, pues las pruebas presentadas por el marqués evidenciaban que podían ser juzgados por la Criminal Amendement Act.

El 27 de mayo de 1895, Oscar Wilde fue condenado a dos años y medio de prisión y trabajos forzados. Las numerosas presiones y peticiones de clemencia efectuadas desde sectores progresistas y desde varios de los más importantes círculos literarios europeos no fueron escuchadas, y el escritor se vio obligado a cumplir toda la pena. Enviado a Wandsworth y Reading, donde redactó la posteriormente aclamada “Balada de la cárcel de Reading”, la sentencia supuso la pérdida de todo aquello que había conseguido durante sus años de gloria. Recobrada la libertad, cambió de nombre y apellido (adoptó los de Sebastian Melmoth) y emigró a París, donde permaneció hasta su muerte, en 1900. Sus últimos años se caracterizaron por la fragilidad económica, los quebrantos de salud, los problemas derivados de su afición a la bebida y un acercamiento de última hora al catolicismo. Sólo póstumamente sus obras volvieron a representarse y a editarse. En 1906, Richard Strauss puso música a su drama “Salomé”, y con el paso de los años se tradujo a varias lenguas la práctica totalidad de su obra literaria.

Todavía Oscar Wilde no había alcanzado el resonante éxito de su primer estreno teatral, “El abanico de Lady Windermere”, cuando su única novela, “El retrato de Dorian Gray” de 1891, fue publicada en forma de libro. Contenía modificaciones y añadidos sustanciales con respecto a los trece capítulos originarios que la revista Lippincott`s Monthly Magazine había dado a conocer mensualmente desde junio de 1890, o sea, con un año y dos meses de antelación. Hubo en la vida de Wilde una anécdota o episodio a la que es motor del libro. El poeta solía visitar al pintor Basil Ward en su estudio y uno de sus modelos era un joven de excepcional belleza. Cuando en retrato estuvo terminado y el muchacho se fue, a Wilde se le ocurrió decir que era una verdadera lastima que criatura tan gloriosa tuviera que envejecer. El pintor, asintiendo, añadió: <<Sería maravilloso si pudiera conservarse tal como es mientras que el retrato envejeciera y se marchitara en su lugar>>

La trama de la novela desarrolla, precisamente este imposible. Fue un verdadero escándalo: cinco años más tarde, durante el proceso que se siguió al autor, pasajes enteros de la obra se leerían ante el jurado como si se tratara de panfletos de incitación a la homosexualidad. Desde el primer momento Wilde apeló en vano al efecto moralizante que se desprende del conjunto de su obra; mientras la belleza y juventud de Dorian Gray permanecen inmutables, su retrato escondido celosamente, registra la decadencia, la crueldad, la huella de los años y los crímenes. Gray se vuelca al placer sin límites y al desenfreno moral hasta que la sola existencia del retrato se le vuelve insoportable y decide destruirlo: << Mataría a aquella monstruosa alma viva, y sin sus horrendas advertencias, recobraría el sosiego….>>, dice el protagonista. Pero al destruirla, la imagen recobra su belleza mientras el que fuera su modelo se transforma en un cuerpo irreconocible.

Casi toda la prensa inglesa reaccionó con fervor puritano: <<salacidad esotérica>>, <<estupidez y vulgaridad>>, <<putrefacción maloliente>>, <<debería ser arrojado al fuego>>. Incluso The Daily Chronical, un diario liberal que se distinguía por cierta tolerancia a favor de los artistas y hombres de letras, afirmó que <<es un cuento engendrado por la leprosa literatura de los “décadents” franceses, un libro venenoso, cuya atmósfera esta cargada por los nauseabundos olores de la putrefacción espiritual y moral>>. Para defenderse de la estulticia de los críticos, Wilde escribió numerosas cartas a los directores de periódicos, en las cuales se ponía sobre el tapete el problema de la libertad de la creación artística y el asunto de la moralidad del arte.
En una de ellas escribe: <<El artista no tiene en absoluto ningún criterio ético. La virtud y el vicio son para él simplemente lo que los colores de la paleta son para el pintor. Ni más ni menos….Era necesario para el efecto dramático de esta historia rodear a Dorian Gray de una atmósfera de corrupción moral. De otro modo, la historia no hubiera tenido ningún significado y la trama ninguna consecuencia. Mantener una atmósfera borrosa e indeterminada fue el propósito del artista que escribió la historia. Cada hombre ve su propio pecado en Dorian Gray. Lo que los pecados de Dorian Gray son, nadie lo sabe. Quién los encuentra los lleva consigo.>>En otra ocasión escribiría al director del mismo periódico: <<Si una obra es enriquecedora y vital y completa, los que tienen instinto artístico verán en ella su belleza y los que se sientan atraídos más poderosamente por la ética que por la estética sacarán su lección moral. Llenará de terror al cobarde y el deshonesto verá en ella su propia vergüenza. Será para cada hombre lo que él es en sí. Es el espectador y no la vida lo que el arte verdaderamente refleja.>>

En la versión definitiva de la novela, Wilde insertó, a manera de prólogo, una serie de aforismos que constituyen un compendio de sus ideas estéticas, por ejemplo: <<El artista es el creador de cosas bellas….Un libro no es, en modo alguno, moral o inmoral. Los libros están bien o mal escritos. Eso es todo….Todo arte es completamente inútil.>> Además de las reconocidas influencias de alguna obra de Balzac, Gautier o Poe, “El retrato de Dorian Gray” es cercano a “El doctor Jekyll y míster Hyde” de Stevenson. Pero si Stevenson se debatía para organizar su trama entre la ciencia y la magia, Wilde, arrinconando lo plausible, recurre a lo maravilloso, al hecho fantástico que elude cualquier explicación racional.

En fin, una obra maestra cuyas proyecciones en el campo de la mitología y de la psicología son tan profundas como seguramente era el alma de su creador. El sueño de la inmortalidad, el desafío faústico del arte, tienen en “El retrato de Dorian Gray” a uno de los mejores ejemplos, a una aventura que llega, como ansia de pervivencia, a los tiempos actuales con la misma intocabilidad que los mitos y leyendas en los que impera la poesía. En rigor, Oscar Wilde supo crear, a fines del siglo XIX, una versión desgarrada, infernal y escindida por la modernidad, del mito de Narciso.

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