“Mientras las primeras narraciones en las novelas policíacas se apoyaban en la ideología de la seguridad y eran la glorificación de la omnisciencia de los personajes encargados de velar por la seguridad de la vida burguesa, en las novelas policíacas actuales priva la angustia, la inseguridad de la existencia, la posibilidad de que el espanto irrumpa en cualquier momento en esta vida que transcurre aparentemente fuera de todo peligro, y que sólo por una feliz casualidad puede estar protegida”.
-Georg Lukács-
La literatura policíaca se ha ido convirtiendo, con el correr de los años, en un acontecimiento cultural, como lo prueba su creciente difusión y la estimable calidad literaria de algunos autores que la han cultivado. La popularidad de que goza este género debe mucho a los ingredientes que a menudo lo constituyen: una mezcla de juego adivinatorio, acción, intriga, suspense, violencia, sexo, humor….; todos ellos, en dosis variables, conforman una literatura que, en definitiva, recurre con frecuencia al sensacionalismo de que sus detractores la acusan. Pero sin duda hay algo más que todo eso en un género en el que deben inscribirse, en más de siglo y medio de existencia, miles y miles de títulos de muy variado valor y significación. En este y en próximos programas conoceremos algunos hitos fundamentales de este género literario, al que también podríamos denominar de varias maneras: novela negra, novela criminal, novela de suspende, de intriga, detectivesca, etc.
En principio, y aunque hay quién ve rasgos del género policial en obras tan heterogéneas y remotas como “Las mil y una noches”, “Edipo rey” de Sófocles o “Zadig” de Voltaire, la crítica especializada sólo coincide en señalar como antecedentes inmediatos a la novela inglesa de terror o gótica del siglo XVIII, “Caleb Williams”, novela escrita por W. Godwin en 1.794, las “Memorias” de 1.828, de E.F. Vidocq, legendario ladrón convertido más tarde en el jefe de la “Sûreté” (policía francesa), y finalmente, algunos escritores del siglo XIX que, utilizando la técnica del folletín, describieron los bajos fondos de las grandes ciudades, como es el caso de Balzac, Dumas, Sue o Dostoievski. Esta primera etapa se caracteriza porque en ella el crimen es una forma de protesta social y el criminal un héroe o una víctima de las injusticias de la sociedad. Pero es bien sabido que el género cristalizó, sobre todo, gracias a los cuentos de Edgar Allan Poe, que tienen como protagonista al primer detective literario de la historia, el caballero Auguste Dupin. En ellos se encuentran todos aquellos elementos constitutivos del género que habían permanecido dispersos en obras y épocas anteriores.
Que el resurgimiento del género policial se produzca justamente en el siglo XIX debe atribuirse a varios factores, entre los que cabría destacar el aumento de la criminalidad a causa de las aglomeraciones urbanas; la creación y organización sistemática de la policía; el espectacular avance de la ciencia, que comportó el consiguiente desarrollo de nuevas técnicas en el análisis de huellas y fisonomías; y, por último, el auge del folletín y la prensa sensacionalista, gracias a su gran número de lectores. En este contexto, es probable que Edgar Allan Poe, inspirándose en la tradición popular de las “causas judiciales célebres” de su época, viera en el crimen una forma de misterio que podía resolverse mediante un método basado en el positivismo científico, en el que los fenómenos se relacionan mediante nexos lógicos, y en el determinismo filosófico, según el cual los actos humanos obedecen a leyes previsibles. Este método, aplicado a la narrativa, dará pie a obras, como “Los crímenes de la calle Morgue” entre otras, con las que se origina el relato policial. En sus cuentos, además, Poe creará la mayoría de las convenciones del género.
El camino iniciado por Poe, sin embargo, no tuvo continuidad hasta que E. Gaboriau, con “El caso Lerouge” de 1.863, y W. Wilkie Collins, con “La piedra lunar” de 1.868, mostraron de manera casi simultánea las pautas por las que iba a discurrir el género en Francia y Gran Bretaña, respectivamente. El mérito de ambos autores consiste en sustituir la figura del detective aficionado por la de un eficaz detective profesional. Tanto Gaboriau como Collins se valen de la aventura para plantear y resolver el misterio. Al primero se le considera el iniciador de la novela policíaca francesa, el llamado “polar”. Su novela antes citada “El caso Lerouge” es la primera novela verdaderamente larga del género, a diferencia de lo anteriormente publicado que no dejaban de ser relatos cortos. De Wilkie Collins habría que destacar, además de su innegable talento para la creación de personajes prototípicos de la sociedad victoriana y del carácter ejemplar o moralizador de la mayoría de sus obras, su extraordinaria capacidad para construir una trama ingeniosa, inspirada tanto en delitos como en hechos misteriosos, y su rigor en la captación de aspectos médicos y legales. Su sargento Cuff, por otro lado, será un claro antecesor de Sherlock Holmes.
Con ser decisiva la aportación de estos dos grandes precursores para el desarrollo del género, es muy probable que éste no hubiera triunfado de no contar con un público lector más amplio, gracias a las mejoras introducidas en educación, y con unos medios apropiados para difundirlo, fruto de las nuevas técnicas de impresión. Surgen así, a mediados del siglo XIX, las publicaciones periódicas sensacionalistas de bajo precio, que abordan las preocupaciones de la vida en las grandes ciudades. Su nombre y formato variarán según el país donde se editen. Y en una de ellas, una “dime-novel”, o novela de diez céntimos, aparecerá en 1.884 el detective Nick Carter, concebido y desarrollado por un equipo de autores. Este justiciero guardián del orden consagra su vida a la lucha contra el crimen tras el asesinato de sus padres por unos gángsters. Sus hazañas están repletas de acción, por lo que es considerado hoy como un precursor de la novela negra. Los “pulp” eran el soporte donde aparece este nuevo género policial; eran novelas baratas, debido a la escasa calidad de la pasta de papel hecho con pulpa, de donde sacan su nombre, y eran un típico producto de narrativa de evasión para consumo de masas. Solían editar varios relatos por número y se caracterizaban por sus portadas llamativas y sugerentes llenas de color, y por especializarse en cada uno de los diferentes géneros de literatura popular: misterio, terror, aventuras, ciencia ficción, etc. con un lenguaje sencillo y directo, algunas veces obsceno, con la única intención de entretener y provocar sensacionalismo.
La consolidación del género policial comienza de la mano de Arthur Conan Doyle, nacido en 1.839 y fallecido en 1.930, y, en otra de esas publicaciones populares (The Strand Magazine) donde se dará a conocer el más famoso detective de todos los tiempos: Sherlock Holmes, en los años ochenta del siglo XIX. El triunfo de Holmes fue de tal magnitud que eclipsó a su autor. Innumerables lectores llegaron a considerarlo un personaje de carne y hueso. Al propio creador, Conan Doyle, oscurecido y esclavizado por su criatura, llegó a molestarle tanto este encumbramiento que intentó eliminarle en el relato “El problema final”, cuando Holmes y su acérrimo enemigo, Moriarty, caen en mortal abrazo por las cataratas de Reichenbach. Afortunadamente, las presiones de la madre del autor, el unánime enfado de sus lectores y las compensaciones económicas que el personaje le proporcionaba impidieron que ese “asesinato” fuera definitivo, y se produjo, por tanto, la deseada resurrección del héroe. Acaso contribuyó no poco a esta multitudinaria acogida el hecho de que Holmes, según comenta el propio autor, estuviera inspirado en un ser real: el cirujano Joseph Bell, antiguo profesor suyo, de quién toma sus rasgos físicos (figura delgada, rostro aguileño, mirada irónica) así como las observaciones y deducciones que distinguen el método del genial detective. Del mismo modo, el no menos popular Dr. Watson parece ser un retrato caricaturesco del propio Conan Doyle. Gran parte del atractivo de Holmes, reside a su inmunidad frente a las debilidades y pasiones del hombre corriente. Está, además, su compleja y controvertida personalidad (egocéntrico, vanidoso, adicto a la cocaína, misógino etc.), su característico atuendo (abrigo, gorra, lupa y cachimba) y sus dotes excepcionales, como su virtuosismo con el violín, la maestría en el disfraz, en el boxeo, en la esgrima y una extensa cultura en áreas relacionadas con el crimen. Lo auténticamente innovador de Conan Doyle estriba en dotar a su personaje de un implacable rigor en su método de trabajo, a pesar de que entonces apenas existían libros de criminología. El método de investigación de Holmes llega a ser tan esencial que condiciona la estructura del relato. Así, la narración, llevada a cabo por Watson, suele comenzar con una entrevista al posible cliente y con una serie de deducciones que Holmes realiza a partir de la simple observación del visitante. Esta entrevista sirve para presentar el enigma. Acto seguido, se pone en marcha la investigación (búsqueda de indicios y formulación de hipótesis), que obliga a salir a nuestros héroes de sus habitaciones en busca de la aventura. Una vez verificadas sus teorías y resuelto el caso, tras rocambolescas peripecias, Holmes explica brillantemente el misterio ante un Watson atónito, que es el reflejo del deslumbramiento del propio lector. Holmes inaugura una tradición de brillantes detectives privados, todos con curiosas excentricidades, que se creen superiores a la policía y que tendrán su propio código de justicia. Con él culmina cierta manera de entender el género, caracterizada por un equilibrio entre aventura y enigma. La semilla sembrada por Arthur Conan Doyle, verdadero impulsor del género, iba a resultar extremadamente fructífera, pues dará lugar a dos tendencias: la de aventuras criminales, protagonizada por superdetectives o genios del mal, y la que considera el crimen como algo que hay que estudiar con técnicas de laboratorio, la novela criminal científica.
En fin amigos, así terminamos con la 1ª parte, de la novela policial; en el próximo programa continuaremos con la historia, y sus protagonistas, de este género literario tan apasionante.
AMBIENTACIÓN MUSICAL
1. They Already Knew – Artista – Eoin Mantell
2. Isotopes 1 – Artista – August Wilhelmsson
3. Make No Mistakes – Artista – Hector Posser
4. The Miner – Artista – Both Are Infinite
5. Impasse – Artista – Silver Maple
6. Salvation Is Coming – Artista – Eoin Mantell
7. Superior – Artista – Silver Maple
8. Homestead – Artista – Robert Ruth
9. Nemesis – Artista – Alec Slayne
10. Confidential Reports – Artista – Alec Slayne