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Nada más que libros – El dueño del secreto

14 junio, 2019 - Literatura
Nada más que libros – El dueño del secreto

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“ …En 1.974, en Madrid, durante un par de semanas del mes de Mayo, formé parte de una conspiración encaminada a derribar el régimen franquista. La dirigía un general muy célebre, del que se contaba que a los pocos días de la revolución portuguesa había empezado a recibir sobres anónimos que contenían como único mensaje un monóculo: nadie se acuerda ya, pero el general Antonio de Spinola, primer líder del levantamiento de Abril, usaba uno, lo cual le daba un aspecto llamativo de conspirador antiguo, de viejo militar anacrónico que encabeza no la tecnología sangrienta de un golpe de estado al estilo chileno, sino un pacífico pronunciamiento liberal…»

 

EL DUEÑO DUEÑO DEL SECRETO – Antonio Muñoz Molina


 

Esta tarde vamos a hablar de una novela del escritor español Antonio Muñoz Molina. Se trata de una novela corta titulada “El dueño del secreto”.

Antonio Muñoz Molina nació en Úbeda, provincia de Jaén, el 10 de Enero de 1.956. Su padre trabajaba en una huerta y vendía hortalizas en un mercado de abastos. Su padre era un niño cuando empezó la guerra civil y tuvo que dejar la escuela para ayudar en casa, ya que su abuelo estaba ausente alistado en el ejército republicano. Su madre ayudaba a criar a sus hermanos pequeños. A los dos les costaba escribir cuando fueron mayores. Leían con mucha atención murmurando las palabras y en los primeros años de la democracia recobrada los dos asistieron a escuelas para adultos. Antonio Muñoz Molina aprendió a leer, escribir y hacer cuentas en una escuela de las que llamaban “de perra gorda”. Su primera escuela formal fue la de los Jesuitas, donde entró a los seis años y uno de sus profesores convenció a su padre que le permitiera seguir estudiando ya que en esa época, en las familias trabajadoras, lo normal era que los niños dejaran la escuela hacia los doce años para ponerse a trabajar. Entre los once y los catorce años hizo en bachillerato elemental en el colegio Salesiano de Úbeda, donde descubrió la diferencia de trato según la posición social de la familia. El bachillerato superior lo cursó en el Instituto de Enseñanza Media San Juan de la Cruz donde recibió una educación y un trato que conformaron la columna vertebral de su carácter. La formación intelectual que no podían darle sus padres la obtuvo de sus profesores en el Instituto; es por eso que el autor sea un apasionado defensor de la instrucción pública como fundamento de la justicia social. Su vocación literaria comenzó con las lecturas, siendo niño, de Julio Verne, Twain, Stevenson o Dumas y posteriormente con Cervantes, Bécquer, García Lorca… A los dieciocho años llega a Madrid para estudiar periodismo, pero su sueño de convertirse en un autor de obras revolucionarias no duró mucho; Madrid era demasiado grande y demasiado hostil: la Facultad de Ciencias de la Información resulto ser un fraude y su beca apenas le daba para comer. Su participación en una manifestación de protesta por el fusilamiento de Salvador Puig Antich, por la que fue brevemente apresado precipitaron su vuelta a Úbeda. Ese mismo año, 1.974, empezó la carrera de Geografía e Historia en la Universidad de Granada, donde se quedó casi veinte años. Allí escribió sus primeros relatos, sus primeros artículos y sus primeras novelas. En 1.985 publica su novela “Beatus Ille”. Comienza para Antonio Muñoz Molina el reconocimiento de los lectores y de la crítica que ya no le abandonará hasta ahora.

En 1.982 se casa con Marilena Vico. Hijos y libros se suceden y alternan en los años siguientes. Publica “El invierno en Lisboa” en 1.987”, “Beltenebros” 1.987 y “El jinete polaco”, en 1.991 por el que le fue concedido el premio Planeta y el premio Nacional de Literatura. En ese mismo año se rompe su matrimonio y, poco después, empieza a vivir con Elvira Lindo. En 1.993 reside una temporada en los Estados Unidos dando clases en la Universidad de Virginia. En 2001 y 2002 impartió clases de literatura en la City University de Nueva York y en 2004 fue nombrado director del Instituto Cervantes de Nueva York. Antonio Muñoz Molina es miembro de la Real Academia de la Lengua desde 1.996. Otras obras del autor son: “Las otras Vidas”, “El Robinson urbano”, “Los misterios de Madrid”, “El dueño del secreto”, “Ardor guerrero” y “Plenilunio”. En palabras del mismo Antonio Muñoz Molina: “políticamente, soy un socialdemócrata: defiendo la instrucción pública y la sanidad pública, el respeto escrupuloso de la legalidad democrática, la igualdad de hombres y mujeres, el derecho de cada uno a elegir su forma de vivir y si es preciso de morir dentro de la conciencia de nuestra responsabilidad como ciudadanos. Derechos sin responsabilidades son privilegios; un derecho individual beneficia a la comunidad; un privilegio siempre se ejerce a costa de alguien. Ser progresista no es defender a rajatabla al grupo al que uno pertenece sino vindicar como propias las causas singulares de quienes, en principio, no son como nosotros. Un progresista, aunque sea hombre, es feminista; aunque sea heterosexual, defiende con vigor el respeto a la condición y la igualdad jurídica de los homosexuales; un progresista se rebela contra el sufrimiento de los animales y contra el despilfarro de los bienes ambientales que son de todos, también de las generaciones futuras.

El dictador va a morir. Pero eso no lo saben las fuerzas que se le oponen en la clandestinidad. Las pocas que quedan, porque luego de casi cuarenta años en el poder , la represión, el exilio, el encarcelamiento y los asesinatos han horadado profundamente el tejido político que se opone a Franco. Hacía 1.974 se gesta una de las últimas escaramuzas para intentar derrocar a quién solo abandonaría en mando una vez fallecido. Pero para que esto ocurriera deberían pasar más de dos años, y el narrador de esta historia contará, veinte años después, lo que vivió cuando, con tan solo dieciocho años, participó en una intentona para derrocar al régimen franquista. Un joven de provincias llega a Madrid para estudiar periodismo en medio de las represiones de la dictadura contra las manifestaciones universitarias. Este joven, pobre y hambriento, se verá involucrado en una conspiración que podría provocar la caída del dictador. El estudiante conocerá a Ataúlfo Ramiro Retamar, a quién considerará su maestro, su protector y que lo introducirá en el mundo de las más refinadas instancias sociales y también en los más barriobajeros tugurios del Madrid de los años setenta. “Madrid era entonces de esa grisura del nublado, del humo de los coches, del granito sombrío de las iglesias y de los edificios franquistas, el mismo gris monótono de los uniformes de los guardias, de los muebles metálicos de las oficinas y de los trajes de anciano paternal y temblón que vestía el General Franco”. Ataúlfo es un anarquista, un hombre de experiencia, de gustos refinados, que lleva en una mano un vaso de whisky y un cigarrillo rubio y con la otra pide la cuenta de un restaurante, que detiene a los taxis en las calles como si fuesen bestias domadas, que se reúne con la burguesía decadente y tiene una amante en un burdel exquisito, y que a su vez controla y dirige una red de información que concentra a la menguada oposición. Este personaje compartirá un secreto con el joven protagonista. Pero a este le cuesta mucho guardar secretos. Un día, ofuscado por la bebida, le cuenta a su compañero de habitación, Ramón Tovar, alias Tovarovich o Ramonazo, joven rudo recién convertido al maoísmo, un bueno para nada, un izquierdista botarate y derrochador cuyo evangelio comunista lo meterá en problemas, un descreído que no comparte el entusiasmo de su amigo y que no se atreve a regresar a su pueblo por soberbia, por no mostrarse derrotado. A pesar de prometer a su amigo no revelar la confidencia, le falta tiempo para difundirla en los círculos izquierdistas que frecuenta. La consecuencia: la trama se derrumba, y el protagonista huye de Madrid a refugiarse en su pueblo, lleno de remordimientos y de miedo a ser represaliado. Estos personajes son en parte la muestra de la agonía de un mundo que estaba por terminarse, son los estertores de una realidad cada vez más desdibujada, atada a la biología del dictador. Una sociedad que se había transformado, aun resistiéndola, en la extensión del cuerpo y del ánimo del “Excrecentísimo”, como le llamaba Ataúlfo.

En esta narración el ánimo juvenil del protagonista por intentar cambiar el estado de las cosas se enfrenta tanto a las fuerzas del orden como a sus propias debilidades y esta terminan por hacer de él un personaje entrañable en su complexión moral, en su incapacidad para asimilar la vida en una ciudad en la que la vigilancia policial es su torrente sanguíneo, en su endeble fortaleza de carácter para sobrellevar la carga que le llega, crea un ritmo novelesco que no admite pausa en el lector. Esta novela seguramente se leerá con nostalgia por muchos de nosotros, al tiempo que con una sonrisa agridulce. Y es que el humor de la historia está cargado de una ternura que detiene la parodia o la caricaturización de los personajes, para dar cuenta de tiempos que la memoria hace nostálgicos y para recordar que toda dictadura es un organismo que acaba por morirse.

 

 

 

 

Un pensamiento sobre “Nada más que libros – El dueño del secreto

FERNANDO

Una delicia.

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