“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un rio de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”.
Cien años de soledad
-Gabriel García Márquez-
Amigos, soy Néstor Barreto y, un días más, os propongo la lectura de un nuevo libro. El elegido para hoy, Cien años de soledad, se ha convertido en la novela más emblemática de la cultura latinoamericana. Esta obra se inscribió en lo que para unos se denominó “realismo mágico” y para otros, como el cubano Alejo Carpentier, en lo “real maravilloso”. En un exhaustivo trabajo de imaginación, Gabriel Garcia Márquez, narra la historia de siete generaciones de la familia Buendía, una familia condenada a la soledad.
A grandes rasgos, y dada la longitud de la obra, he ordenado el relato en cuatro etapas que identifican los personajes más representativos de la narración
La primera etapa comprende la fundación y primeros años de Macondo.
Para escapar de una maldición, al engendrar un niño con cola de cerdo, consecuencia del parentesco que les une, José Arcadio Buendía y su mujer, Ursula Iguarán, emprenden una viaje, acompañados por un grupo de gentes ávidas de aventuras; inspirado por un sueño durante su travesía por la selva, José Arcadio decide quedarse en un punto del camino y fundar Macondo, nombre que le es revelado en el sueño.
Como jefe y guía del grupo organiza de manera racional y eficiente la estructura y la vida de la aldea, que crece poco a poco sin necesidad de una ordenación política, regido exclusivamente por el buen criterio del patriarca. El fundador y su esposa, Ursula, al igual que las demás familias que los acompañaron en el viaje hasta la fundación de Macondo tienen descendientes; el pueblo crece, es conocido en el país, se inician las estructuras políticas y administrativas comunes de la nación y se normalizan las relaciones sociales de la época, finalizando la fórmula primitiva creada por José Arcadio Buendía.
Hasta aquí esta primera etapa. En una segunda, revisaremos la guerra civil y al Coronel Aureliano Buendía.
Así pues, mientras la ciudad se consolida, Macondo se ve envuelta en el estallido de la guerra civil entre las dos fuerzas políticas que predominan en el país, los conservadores y los liberales. El Coronel Aureliano Buendía, hijo del patriarca, como líder de los liberales, se convierte en adalid de la lucha contra los conservadores en todo el estado, y en una figura mítica que en sus numerosas batallas, la mayoría derrotas, acaba desengañado y desiste de la lucha armada firmando un tratado de paz. Regresa a Macondo, después de años de guerras, y pasará el resto su días, retirado y solitario, haciendo, deshaciendo y volviendo a hacer pescaditos de oro.
A esta tercera etapa la podríamos denominar como la fiebre del banano.
Uno de los hijos del Coronel Aureliano Buendía (tuvo 17, de madres diferentes) promueve el tren a Macondo, lo que activa el comercio y permite la llegada de inventos como el telégrafo o el cine. Esto atrae la atención de una gran empresa norteamericana que ve que las tierras del pueblo son excelentes para el cultivo del banano.
La inmensa plantación genera prosperidad y un gran crecimiento en Macondo, pero una huelga de trabajadores, encabezados por otro Buendía, hará que todo esto termine en una masacre que fue negada por las autoridades insistentemente, hasta llegar a ser olvidada, al ser declarada mentira de los opositores al régimen conservador, siempre dominante en todo el país. La explotación brutal acabó con la fertilidad del terreno y la empresa se retira, y con ella, muchas de las gentes que irrumpieron en el pueblo durante la época de esplendor de la fiebre del banano. Macondo, poco a poco, vuelve a ser un pueblo pequeño y pobre.
La última etapa de la novela corresponde al fin de la estirpe y de Macondo.
Pasan los años y Macondo es, cada vez más, un lugar miserable, casi destruido por rachas de lluvias torrenciales seguidas de sequías atroces. El último descendiente de la saga, Aureliano, por azar del destino se enamora de su tía, sin conocer ese parentesco. Ella queda en cinta y da a luz un niño con cola de cerdo, muriendo tras el parto. Finalmente, tal como vaticinan unos pergaminos antiguos descifrados por Aureliano en ese momento que dicen “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tendrán una segunda oportunidad sobre la tierra”, todo Macondo, y sus escasos habitantes, serán arrasados y sepultados por un huracán de proporciones bíblicas.
Cien años de soledad, tiene como muchas otras obras literarias, el mérito de crear un universo único, que es al mismo tiempo real y soñado, ordinario y mágico, historia y mito. Macondo, el pueblo ficticio donde transcurre la novela; la saga de los Buendía y los múltiples personajes que la pueblan; los avatares de estos, siempre ligados estrechamente a la existencia del lugar, hacen de esta novela una combinación de lo imaginativo y lo auténtico, así como una reflexión de la historia de un continente y de sus conflictos.
Resulta imposible resumir y comentar en un programa todo lo que lleva dentro esta maravillosa novela. Hoy, solo he esbozado algo de ella. En el próximo programa intentaré hablar de sus personajes más representativos, sus relaciones, sus acciones y las principales, en mi opinión, vicisitudes de la obra.
Así mismo procuraré dar una visión de su autor, quizá uno de los más importantes autores en lengua castellana del siglo XX y de la literatura universal.
Pero eso será la próxima semana, y hasta entonces, ¡felices y amenas lecturas!.