“Me gustaría ser sabio también. Los viejos libros explican la sabiduría: apartarse de las luchas del mundo y transcurrir sin inquietudes nuestro breve tiempo. Librarse de la violencia. Dar bien por mal, no satisfacer los deseos y hasta olvidarlos: Tal es la sabiduría. Pero yo no puedo hacer nada de esto; verdaderamente, vivo en tiempos sombríos”.
(A los tiempos futuros, 1.938)
El futuro rebelde Bertolt Brecht nace el 10 de Febrero de 1.898 en Augsburgo, una ciudad provinciana de Baviera, en el seno de una familia acomodada. Aunque el sur de Alemania es predominantemente católico, cursa la educación primaria en una escuela protestante. En 1.917 tiene que acabar el bachillerato de forma provisional, ya que la primera guerra mundial, en su penúltimo año, marcaba drásticamente el orden del día. En Múnich se matrícula para estudiar Medicina, no muy convencido, pero al año siguiente lo llaman a filas como auxiliar sanitario en un hospital militar. Si bien Brecht participaba del entusiasmo patriótico por la guerra con poemas de alabanza al emperador, ahora, con la experiencia de los mutilados de guerra, compone en 1.919 una balada que enseguida llamaría la atención de jueces y fiscales por un acto considerado de alta traición, la provocadora y satírica “Leyenda del soldado muerto”, donde una comisión médica militar desentierra con una pala bendecida a un soldado, medio podrido ya, para declararle de nuevo apto para el servicio y reenviarlo al frente como carne de cañón. Tal fue el impacto de estos versos que, en 1.923, el emergente partido nacionalsocialista colocaría este texto y a su joven autor entre los más odiados de su “Lista negra” y posteriormente serviría al gobierno de Hitler, en 1.933, como justificación para retirarle la ciudadanía alemana.
Con los años veinte Bertolt Brecht empieza su andadura por las ciudades de Alemania. Primero vive en Munich, donde en 1.922, estrena “Tambores en la noche”, que se convierte en una de las obras más representadas en la República de Weimar, y por la cual le sería concedido el prestigioso premio Kleist. También le atrae la efervescente ciudad de Berlín donde reside en 1.924; esta era, junto a Moscú y Nueva York, la capital de las vanguardias artísticas y el escenario del empobrecimiento de las masas debido al paro y a la galopante inflación producto de un capitalismo descontrolado. En la capital despliega su talento creador en todos los géneros literarios. Trabaja tanto en la radio como en el cine, publica revistas literarias, y compone canciones propagandísticas para el Frente Unitario de los Trabajadores. Culmina esa etapa berlinesa con el éxito avasallador de su “Ópera de cuatro cuartos», estrenada en 1.928, con música del genial Kurt Weill. Dicha etapa finaliza bruscamente poco después con el hundimiento de todo el país en el Tercer Reich.
El 28 de Febrero de 1.933, el día después del incendio del Reichstag, Bertolt Brecht y los suyos emprenden el camino del exilio a través de Praga, Viena, Zúrich, París, Dinamarca, Suecia, Finlandia y Moscú para llegar en 1.941, finalmente, a Estados Unidos. Dejando a un lado su colaboración con Fritz Lang, como guionista, no consigue vender su talento a las productoras de Hollywood, mientras que en la neutral Suiza se estrenan sus grandes obras teatrales como “Madre coraje” o “La vida de Galilei”. En 1.947 recibe una invitación para declarar ante en Comité de Actividades Antiamericanas. A la pregunta sobre si había escrito obras revolucionarias responde, astutamente, que sí porque su intención revolucionaria era derrocar al gobierno de Adolf Hitler exactamente igual que habían hecho los soldados norteamericanos. Ese mismo año regresa Brecht a Europa, y después de haber conseguido la nacionalidad austríaca en 1.950, acaba instalándose en Berlín Este, la capital de la República Democrática Alemana.
Sus últimos años los dedicó casi por completo a la puesta en práctica de su concepción del teatro épico realizando las funciones de director del Berliner Ensemble fundado por él y su esposa, Helene Weigel, y llevando a escena sus propias obras y las adaptaciones de otros autores dramáticos. En 1.955, un año antes de su muerte, no duda en aceptar el Premio Stalin de la Paz, en Moscú, pese a que su convivencia con el régimen comunista no había estado exenta de conflictos, como se ve con toda claridad en su reacción a la revuelta de los obreros berlineses del 17 de Junio de 1.953, con el poema, evidentemente impublicable “La solución”: “Tras el alzamiento del 17 de Junio – el secretario de la Unión de escritores – mandó repartir panfletos en la Avenida Stalin – en los que se leía que el pueblo – había perdido la confianza del gobierno – y que sólo redoblando el trabajo – podría reconquistarla. – ¿Pero no sería más simple – que el gobierno disolviera al pueblo – y eligiera otro?”.
Resulta difícil encajar a Brecht en las corrientes literarias de su época. El creó su propio estilo transformando la fisonomía poética y teatral de Europa: un tono nuevo, una nueva melodía, una nueva manera de ver. Su gran oponente, Thomas Mann, reconoció inmediatamente la valía del autor bávaro señalando que la diferencia entre su generación y la suya era mínima. Pero Brecht, el rebelde antiburgués, no estaba de acuerdo en absoluto con esa afirmación y respondió con un ataque frontal a la comparación de Mann: “ En una disputa eventual entre un carruaje y un automóvil, sería el carruaje, evidentemente, quién consideraría mínima esa diferencia”.
Toda la fuerza innovadora de Bertolt Brecht se pone de manifiesto en “La ópera de cuatro cuartos”. Brecht y Weill consiguen un montaje de estilos que combina en una comedia picaresca tanto formas triviales como cultas, música jazz y tango, cabaret y música de baile, ópera y habaneras, entretenimiento puro y crítica social. Esta obra no ha perdido ni un ápice de su viveza y ha sido interpretada desde sus comienzos por cantantes tan dispares como Louis Armstrong, Ella Fitzgerald, Frank Sinatra o Sting. La paradoja de esta ópera antiburguesa consiste precisamente en el éxito que obtuvo entre el propio público burgués al que Brecht pretendía censurar. A pesar de su ideología Brecht no siente ningún rubor por su éxito y aplica todos los trucos de la mercadotecnia para vender su obra y sacar provecho de su interpretación en todos los formatos artísticos. Declara: “mi nombre es una marca. Y quién use esa marca, que pague”. Ya en su madurez, entre los años 1.938 y 1.948 – es decir, hasta su regreso del exilio – realiza sus últimas grandes producciones dramáticas, que inaugura con la obra en la que mejor se refleja su condición de exiliado y de oponente al poder: “La vida de Galilei” escrita en 1.938 y estrenada en 1.943 en Zúrich. Otras obras destacables y relacionadas con la guerra y la corrupción moral que conlleva son “Madre Coraje” (1.939); “La buena persona de Sezuan” (1.940); “La irresistible ascensión de Arturo Ui” (1.941); “Schwejk en la segunda guerra mundial” (1.944) y, finalmente, “El círculo de tiza caucasiano” de 1.945. En los últimos años de su vida Bertolt Brecht se dedica casi por completo a poner en práctica su concepción teatral sin dejar de trabajar en ningún momento en la lírica. Compone el último ciclo de poemas cuyo título alude al lugar de su retiro en el campo prusiano: “Las elegías de Buckow” que, con formas sucintas recuerdan al haiku japonés y que, ciertamente vuelven a poner de manifiesto el desacuerdo del ya agotado rebelde con el régimen del socialismo real, pero que también expresan de manera certera su condición humana como por ejemplo el poema titulado “El humo”: “La casita entre árboles junto el lago / del tejado un hilo de humo. / si faltase / qué desolación / casa, árboles y lago”. Al bajar el telón de su teatro del Berliner Ensemble, los espectadores podían ver el dibujo de la famosa paloma de Pablo Picasso que Bertolt Brecht denominaba “ la combativa paloma de la paz de mi hermano Picasso”. Incansables renovadores del arte, los dos nunca dejaron de producir. Su gran capacidad para la autoironía se expresa bien en este diálogo del relato “ El esfuerzo de los mejores”: “ ¿ En qué trabaja usted ? – le preguntaron al señor Keuner, y él respondió: hago grandes esfuerzos preparando mi próximo error”