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Nada más que libros – Alicia en el país de las maravillas

11 enero, 2024 - Literatura
Nada más que libros – Alicia en el país de las maravillas

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<<¡Bueno! He visto muchas veces a un Gato sin sonrisa>>, pensó Alicia; <<¡ pero una sonrisa sin Gato! ¡Es lo más raro que me ha ocurrido en toda mi vida!>>

Fragmento de Alicia en el país de las maravillas.

CARTEL NMQL-ALICIA-cuadro

Hijo de un clérigo anglicano, Charles Dodgson ( más conocido luego por su pseudónimo, Lewis Carroll nació en 1832 en Cheshire, Inglaterra. Se graduó con honores en matemáticas en el Christ Church de Oxford, y en 1855, obtuvo allí una plaza de profesor que conservó hasta su muerte. También fue ordenado diácono. Su primera obra publicada, en 1856, fue un poema sobre la soledad. Dodgson estuvo bien relacionado; entre sus amistades estaban el crítico y escritor John Ruskin y el pintor y poeta Dante Gabriel Rossetti. Fotógrafo notable, retrató a figuras importantes de su tiempo y a muchos niños y niñas. Murió en 1898, a los 65 años, de neumonía. Por aquel entonces, “Alicia en el país de las maravillas”, escrito en 1865, era el libro más popular en Gran Bretaña. La reina Victoria fue una de sus admiradoras.

Durante buena parte de la historia de la literatura, los niños estuvieron prácticamente ausentes, apareciendo sólo ocasionalmente en obras como “Emilio” de Rousseau. En el siglo XIX, Charles Dickens dio a los niños el papel protagonista de algunas de sus historias, pero en novelas para adultos. La mayoría de los cuentos escritos para ellos eran adaptaciones de historias de adultos, y solían ser moralmente didácticos. A principios de ese siglo, los cuentos tradicionales de los hermanos Grimm, originalmente recopilados para adultos, se consideraron inapropiados para los niños por su contenido sexual y violento; así, las ediciones posteriores fueron adaptadas para el público infantil. Por su lado, los “Cuentos” de Hans Christian Andersen, que sí estaban dirigidos a los niños, fueron criticados por no incluir una moraleja.

A finales del XIX y principios del XX, la literatura infantil disfrutó de una edad dorada, alentada por la extensión de la alfabetización, el desarrollo de la edición comercial y el reconocimiento del potencial imaginativo del mundo infantil. “Los días escolares de Tom Brown”, de 1857, del británico Thomas Hughes, inició la tradición de las historias colegiales; otro subgénero fue el relato de aprendizaje, como “Mujercitas”, de 1868, de la estadounidense Louisa May Alcott. Otros clásicos infantiles de la época son “Heidi” (1880-1881), de la Suiza Johana Spyri, y “Peter Pan, de 1911, del escocés J.M. Barrie.

“Alicia en el país de las maravillas” es una de las obras más influyentes de ese florecimiento. Considerada como la primera obra maestra de la literatura infantil en inglés, su fantástica historia la separa claramente del realismo predominante en la literatura de la época. En un día de julio de 1862, Charles Dodgson, un joven profesor de matemáticas, paseaba en bote por el Tamesís cerca de Oxford con un amigo y las tres pequeñas hermanas Liddel, y les contó un cuento sobre una niña llamada Alicia (que era el nombre de una de sus pasajeras, Alice, de diez años). Así tomó forma “Alicia en el país de las maravillas”, que Dodgson publicó, como decíamos antes, bajo el pseudónimo de Lewis Carroll.

La historia empieza contando cómo Alicia, de siete años, cae por una madriguera de conejo y se encuentra de pronto en un universo surrealista: un mundo de extrañas criaturas, actitudes extrañas, extraños sucesos y una extraña lógica lingüística. Este es el foco del libro y su tema principal. La lógica de la propia Alicia es poco ortodoxa. Mientras cae por la madriguera, se pregunta si llegará a la tierra de los <<antipatías>> (antípodas), y se imagina pareciendo una ignorante cuando tenga que preguntar si está en Australia o en Nueva Zelanda. Su siguiente observación muestra a Carroll habitando de manera brillante la ingenuidad infantil: <<no te conviene preguntar; quizá lo vea escrito en alguna parte>>.

Y es que Alicia se hace preguntas constantemente: sobre quién es, cuáles son las reglas de ese mundo y como recuperar la normalidad; problemas comunes en la niñez. Al principio, su desconcierto se centra en el hecho de no tener el tamaño adecuado, siendo demasiado grande o demasiado pequeña para hacer lo que desea. Cuando conoce a la Oruga surge una nueva inquietud: el reto de ser contradicha de forma constante y a menudo grosera. Hacia el final, con la repetitiva orden de decapitación de la Reina, se añade la preocupación por la posibilidad de la violencia.
Los personajes que encuentra Alicia en su aventura son, sobre todo animales. Aparte de ella y su hermana, que aparece antes y después de la historia, los únicos personajes humanos son el Sombrerero Loco y la Duquesa, ya que el Rey y la Reina de Corazones son naipes. Los padres no aparecen, ni hay referencia alguna a ellos. Cabe considerar que las inversiones de la vida cotidiana que aprisionan a Alicia podían ser vistas como algo liberador por parte de los adultos victorianos habituados a las convenciones. Uno de los atractivos del sinsentido es que ofrece un campo de juego para la imaginación, y posiblemente para la satisfacción de necesidades subliminales, entre ellas, la huida ocasional de las reglas sociales.

Al final, Alicia no refiere haber aprendido ninguna lección de su aventura. Sin embargo, en el transcurso de ella ha ganado franqueza; y, en la escena del juicio, cerca ya del final, es capaz de decir sobre el perverso sentido de la justicia de la Reina: <<¡Qué tontería!>>. Su último acto, gracias al cual adquiere de nuevo el tamaño de una niña de su edad, es insistir en que los naipes son tan sólo eso, objetos inanimados, tras lo cual vuelan por los aires: con la fuerza de su carácter ha pinchado el globo de la ilusión. El final, protagonizado por la hermana mayor de Alicia, está perfectamente calculado por el autor. La joven sueña <<en cierto modo>>, puesto que un sueño absoluto sería menos sutil que ese fugaz estado mental. Primero imagina con cariño a la propia Alicia; luego, a los estrafalarios personajes que esta acaba de describirle; y, al final, a Alicia convertida en una <<mujer>>, que conserva <<el corazón sencillo y adorable de su niñez>> y que cuenta historia del país de las maravillas a una nueva generación.

Una fantasía expresada con tanta viveza, ingenio y sensibilidad tiene un impacto inmediato, pero también suscita preguntas sobre significados ocultos. En la obra la comida provoca a menudo inconvenientes: ¿sufrió Carroll algún trastorno alimentario? Dado que el tipo de matemáticas que enseñaba en Oxford era conservador, en una época en la que estaban arraigando ideas más abstractas, la lógica extravagante podría ser una crítica indirecta a las nuevas matemáticas. Y puesto que el libro era un regalo para Alice Liddel, podría contener referencias privadas para ella. Las fuentes de inspiración del autor nunca se conocerán del todo, pero cualquier posible broma privada no disminuye en modo alguno la universalidad de las aventuras de Alicia, ancladas como están en la vulnerabilidad de la niñez, un tema tan importante hoy como en tiempos de Carroll.

En 1871, Lewis Carroll publicó un segundo título sobre Alicia: “A través del espejo y lo que Alicia encontró allí”. En él también se hallan personajes memorables, como la Morsa y el Carpintero, o Tweedledum y Tweedledee (Patachunta y Patachún en algunas traducciones), así como canciones absurdas e ingeniosos aforismos que juguetean con una lógica alternativa. Como en el país de las maravillas, el sentido es aquí escurridizo: una palabra, afirma Humpty Dumpty (Tententieso), <<significa exactamente lo que yo quiero que signifique>>. Con todo, esta secuela es algo más siniestra que la primera historia de Alicia, reflejo tal vez del dolor de Carroll por la muerte de su padre.

Es indudable que desde el mágico país de las maravillas se extiende una línea de influencia que pasa por “El Hobbit” y “El Señor de los Anillos” de J.R.R. Tolkien, la serie de “Narnia” de C.S. Lewis, por “Charlie y la fábrica de Chocolate” de Roald Dahl y por la serie de novelas de Harry Potter, de J.K. Rowling. Aunque en el siglo XXI se ha establecido un nuevo realismo en la literatura infantil con historias de abandono, carencia de hogar y alienación, la fantasía conserva su capacidad de fascinación para las mentes infantiles.

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