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Nada más que libros – Viajes de Gulliver (Jonathan Swift)

23 noviembre, 2023 - Literatura
Nada más que libros – Viajes de Gulliver (Jonathan Swift)

“Aunque me propongo dejar la descripción de aquel imperio para un tratado particular, entretanto deseo satisfacer al curioso lector con algunas ideas generales. Siendo la estatura común de los nativos de Liliput unas seis pulgadas aproximadamente, todos los otros animales guardan una exacta proporción, así como árboles y plantas“.

Fragmento de VIAJES DE GULLIVER”. Jonathan Swift

CARTEL NMQL -Gulliver-Cuadro

Jonathan Swift nació el 30 de noviembre de 1667, en Dublín. Estudia en la Universidad de esa ciudad y después abandona Irlanda para trabajar como secretario de William Temple, importante hombre de estado de la época que será su protector durante diez años. El 1694, regresó a Irlanda, donde se ordenó sacerdote. Tras reconciliarse con Temple, del que se separó por diferencias ideológicas, volvió a su servicio en 1996 y permaneció con él hasta tres años después. En 1710 dirigió el “Examiner” y publicó gran cantidad de panfletos, en los que defendía abiertamente la política social del gobierno tory, el partido conservador británico. En 1717, fue deán de la catedral de San Patricio de Dublín. Tras un largo período de decadencia mental y física, falleció el 19 de octubre de 1745, en su ciudad natal.

Niños y adultos, grandes y pequeños, cultos e ignorantes, leen los “Viajes de Gulliver” y recrean sus mundos en la imagen del presentado por Jonathan Swift. La obra no es un cuento, evidentemente; además es obscena y no tiene un personaje tan arrollador como Cyrano de Bergerac ni una historia tan bien trazada como “Cenicienta”. Su fascinación, no obstante, es universal. El niño confronta en ella problemas de crecimiento, manipula figuritas humanas y despliega fantásticamente sus instintos de agresividad. El adulto cierra la obra estremecido, amargado, tal vez, o tocado de misantropía.

El autor, que ya había prometido en “El cuento de un tonel” de 1704, la aparición en suelo inglés de un extraterrestre australiano para lanzar la invectiva más virulenta que pudiera entonces imaginarse, había optado por motivaciones secretamente adultas; dice Swift: <<Tal vez pudiera haberte asombrado, como hacen otros, con historias extrañas e inverosímiles, pero prefiero contar realidades palpables en la forma y estilos más sencillos; que mi intención primera fue informarte, no distraerte >>. Nada más sutilmente engañoso. Sabía el escritor que la sátira era el recurso para las <<realidades palpables>> y que había razones para ello.

Sus amigos Gay y Pope le advirtieron , en esos tiempos convulsos, que ya nadie se molestaba por sátiras a personas concretas; pero Swift adoptó el nombre de Lemuel Gulliver declarando que <<hubiera provocado al mundo entero de haber podido hablar abiertamente>> y dejó caer el manuscrito de los “Viajes de Gulliver” en manos del editor, tal vez arrojado de incógnito por un amigo suyo. La metralla satírica que contiene la obra no es fácil verla estallar inesperadamente, ya que hay un diseño paródico de relatos de viajes marítimos y de exploración, tan frecuentes entonces.

También dichas historias estaban sazonadas con aventuras exóticas, todo ello retocado con líneas narrativas sobre viajes filosóficos e imaginarios que canaliza el uso y el abuso de la gigantesca hipérbole socio política y moral que es la obra. Gulliver viajero y marinero, parece obedecer ordenes de la Sociedad Real inglesa al recoger datos geográficos y antropológicos de interés; y Swift, como Daniel Defoe antes que él, inserta reportajes de marineros y sigue a Willliam Dampier en la técnica narrativa de esos viajes.

Por otro lado, con esos elementos se parodia también una tradición épica al colocar a Gulliver en unos extremos geográficos cuasifantásticos: mundos subterráneos: terra australis incognita, para los libros primero y cuarto; el mítico paso del noroeste (tierra de gigantes caídos), para el segundo y las aguas del Pacífico oriental para el tercero. Desde esos límites extraordinarios es difícil la vuelta al hogar; el viajero puede convertirse en antípoda de los suyos y vagar permanentemente por un territorio utópico y mentalmente esquizofrénico….

Como Gulliver, que no se adapta a la vida inglesa al volver de Brobdingnag, que raya en la locura al final y examina su identidad en un espejo para tolerar la vista de una criatura humana. Por esos confines nos aventuramos literariamente hasta la “Historia verdadera” de Luciano de Samosata, por “Gargantúa y Pantagruel” de Rabelais, nos proyectamos en el “Consolidator” de Defoe (las alusiones a esta obra no pueden ser peor intencionadas) y entramos en la “Utopía” de Tomás Moro y la “República” de Platón.

Por si la trama paródica nos entretiene demasiado en la historia de aventuras, Swift nos lleva de la mano de un inglés normal y típico, Samuel Gulliver, estudiante en las universidades de Cambridge y Leyden, razonablemente inteligente y carente de imaginación. Gulliver permanece igual durante toda la obra y es suficientemente real como para identificarnos parcialmente con él y permitirnos, con el consentimiento del autor, enfocar esta fantasía satírica desde dentro y desde fuera. En Liliput, Laputa y Balnibardi compartimos su papel de observador benevolente y distanciado; en Brobdingnag, Luggnagg y Glubbdubdrid aceptamos impotentemente nuestro anonadamiento; en la tierra de los Houyhnhnms le dejamos perderse en sus trampas irónicas. Escapamos con Swift del mundo absurdamente racional y del humanamente bestial.

A nadie se le escapa, pues, que, con Gulliver como guía, nuestro autor ofrece un mapa político, social y moral de Inglaterra y que su recorrido por entre hombrecillos de Liliput, gigantes de Brobdingnag, sabios locos de Laputa, magos, caballos racionales y brutos yahoos tiene símiles bien conocidos en la historia inglesa: la guerra entre Francia (Blefuscu) e Inglaterra (Liliput), las controversias religiosas entre papistas y anglicanos, la viva oposición entre los partidos conservador y liberal, la rigidez draconiana del sistema educativo inglés, la corte de Jorge I ( isla voladora) y otros acontecimientos.

Pero la sátira universal de estos viajes pasa por la proyección del mundo moral en el físico, a partir de las proporciones morales de Gulliver. Éste es, para los liliputienses un gigante, y sus desgracias provienen precisamente de este hecho. Ante los hombrones de Brobdingnag, la insignificancia física del protagonista perfila su dimensión moral. Entre los habitantes cartesianos de Laputa, los proyectistas de Lagado o los inmortales de Luggnagg no hay lugar para el universo moral de Gulliver. Y al final es concebible una inversión moral total.

Así, los caballos son aparentemente racionales y los humanoides yahoos son bestias. Entre el perfecto animal político de Platón y el hombre <<natural>> de Hobbes no existe un término medio ni se encuentra en el hombre la medida del universo. Tal vez – y la ironía cómica de Jonathan Swift suele disparar en esa dirección – sea un chiste tratar de reformar al hombre. Basta la simpatía para con los pobres mortales.

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