Arrancamos este primer programa al hilo de la actualidad hablando del derecho a un aborto libre y seguro y rescataremos a mujeres importantes en la historia como Clara Campoamor y un colectivo muy especial, el de las mujeres artistas y escritoras de principios del siglo XX, cuyas historias vienen hoy de la mano de una invitada: María Bielsa Cavero.
El 28 de septiembre es el día internacional de los derechos reproductivos, y este año, como no podía ser de otra manera, las feministas salimos a la calle. La INTERRUPCIÓN VOLUNTARIA DEL EMBARAZO nos estigmatiza todavía como mujeres y no solo eso: se intenta dificultar nuestro libre acceso poniendo en práctica el castigo social. Se realizan concentraciones en las puertas de las clínicas donde se practican las IVE que las coaccionan cuando han decidido no seguir adelante con su embarazo. Estos lobbys antiderechos siguen personándose con prácticas de control social más propias de otros siglos. Desde dentro del sistema sanitario, la maniobra de la objeción de conciencia también entorpece una gestión que podría ser óptima, por eso las feministas queremos que esta objeción desaparezca del sistema público.
Desde hace 11 años la ley incluye el derecho al aborto entre las prestaciones del servicio nacional de salud. Pero, de las 88.000 IVE que se practicaron en España en 2020, un OCHENTAYOCHO POR CIENTO se han realizado en clínicas privadas concertadas. Hay varias razones para que este porcentaje sea tan elevado: la objeción de conciencia del personal médico de hospitales públicos, la falta de incentivos que se les ofrecen o el estigma que todavía pivota en torno al aborto.
En 8 provincias españolas no se ha practicado NUNCA un aborto desde que es legal, hace ya 35 años. ¿Qué está pasando con nuestros derechos reproductivos?
Es necesario seguir reivindicando un aborto libre, gratuito y público, y simultáneamente es necesaria una buena base educativa en materia sexoafectiva, que incluya medidas de prevención de embarazos no deseados. Para ninguna persona gestante es una decisión fácil de tomar, y una disyuntiva amarga, en la que, además, se nos culpabiliza, por lo que es necesario eliminar los obstáculos que dificultan aún más el ejercicio de los derechos sobre nuestro propio cuerpo, que es nuestro, y ninguna persona debe opinar sobre lo que hacemos con él. No más trabas, no más presiones de grupos antiabortistas y atención de calidad CIEN POR CIEN EN LA SANIDAD PÚBLICA.
En este primer programa tenemos a una invitada que nos va a hablar, entre otras cosas, de Clara Campoamor. El 1 de octubre se cumplieron 90 años de su discurso en el Congreso, en el que planteó el sufragio universal que incluyese a las mujeres. Tras proclamarse la Segunda República, Clara Campoamor fue elegida diputada por la circunscripción de la ciudad de Madrid en las elecciones de 1931 y fue ella quien planteó el sufragio universal que incluyese a las mujeres. Nuestra invitada, María Bielsa Cavero, nos va a contar algunos aspectos de la vida de esta mujer luchadora. Bienvenida, María, y muchas gracias por compartir tu tiempo en “Mordiscos en Lila”.
Discurso de María:
Hola buenas tardes, gracias a ti y a todas las mujeres que hacen radio, seguramente una mujer como CC estaría muy atenta a los contenidos que habéis propuesto hoy.
– Hasta ese momento las mujeres podían presentarse y ocupar cargos de responsabilidad pública, pero no votar.
lo cierto es que la Constitución aprobada el 9 de diciembre de 1931 contiene también otros artículos que, junto con el del sufragio, supusieron un gran avance en el estatus civil y político de la mujer. En la defensa de estos derechos Clara Campoamor representó un papel de primer orden ya que formaba parte de la Comisión de Constitución, lo que le permitía una relación más directa con la elaboración del articulado y el espíritu que se quería trasmitir.
Además de los derechos recogidos en el texto constitucional, en la primera legislatura de la II República (1931-1933), se aprobaron leyes que influían de manera notable en la vida de las mujeres, especialmente la Ley del Divorcio y la del Matrimonio Civil. Se aprobó también una ley sobre la inscripción como legítimos de los hijos habidos fuera del matrimonio y se ratificó el Convenio de 1919 sobre el trabajo nocturno de las mujeres en la industria. Se presentaron proyectos de ley como el de Capacidad civil de la mujer y régimen jurídico del matrimonio o iniciativas relacionadas con el seguro de maternidad o el acceso de las mujeres al mundo del trabajo.
Consciente de la importancia que la nueva Constitución tenía para la consolidación de la República y para el reconocimiento de los derechos de las mujeres, la diputada Campoamor solicitó a su partido formar parte de la Comisión de Constitución. Su argumento, como señala en su libro: El voto femenino y yo: Mi pecado mortal era que la discusión de cuestiones fundamentales para la mujer y el niño justificaba la intervención de una mujer partidaria de esas concesiones. El 28 de julio de 1931 fue elegida por la Cámara por 185 votos.
– Estratégicamente, el voto de la mujer no era considerado prioritario ya que existía el prejuicio de que su tendencia sería mayoritariamente conservadora, influenciada por la iglesia y obstaculizaría los avances progresistas.
¿Cual es el contexto?
La Residencia de Señoritas fue el primer centro oficial que fomentó en España la formación de mujeres en la enseñanza superior. Inaugurada en octubre de 1915, estuvo dirigida por la brillante pedagoga y humanista María de Maeztu hasta el verano de 1936. Su origen se debe a la apuesta que realizó la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) del Ministerio de Instrucción Pública por promover la igualdad de oportunidades en la sociedad a través de la educación. La Residencia obedecía, por un lado, a la inspiración institucionista de coeducar sin distinción de sexo para la mejora social, económica, cultural y política del país; por otro, la JAE, presidida por Ramón y Cajal, completaba con esta creación la ley que en 1910 permitió a las mujeres el acceso universitario sin trabas legales. La Residencia de Señoritas no se ciñó exclusivamente a alojar estudiantes, sino que su labor de instrucción y educación propias permitió a sus residentes y a un buen número de madrileñas formarse en disciplinas con excelentes docentes que sustituían a las impartidas en las aulas universitarias por necesidad o voluntad de las estudiantes: filosofía, laboratorios de física y química, idiomas, arte, … No estuvo exento el centro de actividades lúdicas, deportivas y sociales: bailes, tés, conferencias, excursiones, campeonatos de tenis, hockey, atletismo…
Allí también acudieron a dar numerosas charlas y conferencias intelectuales y profesionales de los más diversos campos, desde Marie Curie hasta la propia Clara Campoamor. Contó entre sus alumnas, profesoras y conferenciantes a muchas de las protagonistas de nuestra Edad de Plata de la Cultura. Entre otras: María de Maeztu, Victoria Kent, María Goyri, María Zambrano, Rosa Chacel, Maruja Mallo, Delhy Tejero, María Moliner, Josefina Carabias, María Blanchard, Zenobia Camprubí, Concha Espina, o Clara Campoamor. Pero también jóvenes como Rafael Alberti, Salvador Dalí o Federico García Lorca.
La pedagoga María de Maeztu, directora de la Residencia de Señoritas, fue también artífice de una de las ideas más importantes en la historia del feminismo español: la creación del Lyceum Club Femenino. En 1926, en plena dictadura de Primo de Rivera, nació la primera organización cultural y laica española proyectada para defender los derechos civiles de las mujeres, emulando el Lyceum Club de Londres. Después del español, el modelo se extendería por otras ciudades europeas como Barcelona, París o Berlín.
El Lyceum se concibió como lugar de encuentro para compartir ideas, fomentar la cultura y luchar por los derechos de las mujeres. Tenía sección social, internacional, de literatura, música, artes plásticas e industriales, Hispanoamérica y ciencias. Declarado “aconfesional” y “apolítico”, sus restricciones se limitaban al estatus social y económico de las mujeres: se exigía a las socias haber cursado estudios superiores, haber destacado en alguna rama artística como la literatura o la pintura o colaborar en obras sociales. Por eso en la práctica predominó una elite cultural de clase alta, con nombres de la talla de Victoria Kent o Isabel Oyarzábal, vicepresidentas; o Zenobia Camprubí, secretaria. Otras socias célebres fueron Carmen Baroja, Clara Campoamor, Ernestina de Champourcín, María Lejárraga, María Teresa León, Concha Méndez, Maruja Mallo o Elena Fortún; esta última tan afín a la organización que convirtió a la madre de “Celia”, su más entrañable personaje, en asidua del Lyceum.
Allí nacieron importantes campañas sociales, como la del derecho al voto femenino –que Clara Campoamor logró en 1931– y la exigencia de supresión del insólito artículo 438 del Código Penal, que castigaba a los hombres que mataran a su esposa adúltera –si la encontraban en pleno acto de adulterio– a una pena de tan solo un par de años de destierro. Los intelectuales más importantes de la época, como Miguel de Unamuno, Manuel Azaña, Federico García Lorca o Luis Cernuda impartieron conferencias en el Lyceum. las llamaban, despectivamente, “el club de las maridas”.
Y, hablábamos antes de tés y los salones en que solían reunirse a compartir su consumo, esto nos lleva a la segunda mujer de la que os queremos hablar hoy: Luisa Carnés autora de Tea Rooms: mujeres obreras. Que incluye una furibunda crítica a los abortos que en la época eran ilegales y convertían esa práctica en arriesgadísima para la salud de la mujer.