Hoy hablamos de LABORDETA, pero no del muy querido y llorado José Antonio, sino de MIGUEL LABORDETA SUBÍAS, su hermano mayor. Un hombre, un poeta y dramaturgo que nos dejó muy pronto, en 1969, con apenas 48 años. Un hombre, un poeta, incomprensible e injustamente olvidado. Vamos a intentar, sin ninguna pretensión, hacer un breve recorrido por su universo poético, con el único objetivo de aproximarnos a él, pero también con la esperanza de poder despertar el interés por su obra. En «Siéntelo con Oído» puedes escuchar algunos de sus poemas en la voz de su hermano José Antonio y de Trafulla Teatro, entre otros.
Aunque poco conocida, la obra de Miguel Labordeta es una de las aventuras líricas más hermosas y valientes de nuestra literatura de posguerra. Con claras influencias surrealistas, pero también existencialistas, marxistas, incluso cubistas; su poesía de verso libre, a veces tremendista, domina el soliloquio, la crítica social, la vivencia personal de la temporalidad y la reflexión sobre el ser mismo del hombre. Maravillosa mezcolanza que solo puede darse en un librepensador, capaz de fundar en la casposa Zaragoza de los 50, junto a la piña o tertulia que él lideraba en el Café Niké (aunque, al parecer, nunca la presidió), una “Oficina Poética Internacional” (O.P.I.), ¡¡¡en la que se extendían carnés de “Ciudadano del Mundo”!!! También de escribir el llamado Manifiesto Ópico, especie de avanzada poética llena de corrosivo humor; Miguel trató de publicarlo, pero fue prohibido en 1951, podemos escuchar un fragmento, recitado por Emilio Gastón. (Fragmento “Manifiesto Ópico” (Emilio Gastón)
Hay que decir que Miguel Labordeta no es un poeta fácil, que nos va a exigir un esfuerzo, pero, tras escuchar su manifiesto Ópico nadie podrá negar que también tenía su lado divertido y socarrón.
Publicó en vida 5 poemarios y una obra de teatro:
• SUMIDO 25 – (1948) – Censurado en parte en su primera entrega, teniendo que aceptar los retoques que se le impusieron.
• VIOLENTO IDÍLICO – (1949)
• TRANSEUNTE CENTRAL- (1950)
• OFICINA DE HORIZONTE – (1955) – Estrenada en el Teatro Argensola el 6 de noviembre de 1956, y posteriormente versionada para TVE por el director zaragozano Antonio Artero. En esta obra, Miguel pone de manifiesto el ideal del hombre que busca, haciendo una puesta en escena de todo su ideario poético anterior.
• EPILÍRICA – (1961) – Fue censurado en 1951, como “Los nueve en punto”
• LOS SOLILOQUIOS – (1969)
• Poco antes de morir, en 1969, participa en la creación de varias revistas, como “Papageno”, “Ansi”, “Poemas” y “Orejudín”
Posteriormente vieron la luz:
• OBRAS COMPLETAS – (1972)
• AUTOPÍA – (1972) – Poemario póstumo
• LA ESCASA MERIENDA DE LOS TIGRES – (1975) – Póstumo
Miguel Labordeta escribió, habló siempre para todos los hombres, con independencia absoluta para, como dijo él: “GRITAR las verdades eternas del hombre de hoy al mundo entero”, rechazando tanto una poesía minoritaria y cadavérica como una poesía popular y sentimental”
En «Siéntelo con Oído» escuchamos a continuación unos fragmentos de dos tremendos poemas: “Un hombre de 30 años pide la palabra” y “1936”, de su libro EPILÍRICA, publicado en 1961.
Como veis, un Labordeta impresionante, premonitorio, apocalíptico, casi agresivo, terriblemente acusatorio y crítico con la sociedad que le toca vivir: Nada ni nadie se libra de sus iras. En su poema titulado “1936” habla de una generación, la suya, perdida por la guerra, de cómo ésta siega de cuajo su inocencia, marcándole para siempre.
Pero, una primera lectura de su poesía basta para advertir su fidelidad a una determinada voz poética, claramente identificable desde su potente irrupción literaria con Sumido 25 (1948) y que atraviesa como un tajo toda su producción hasta los poemas póstumos recogidos en “La escasa merienda de los tigres” (1975).
En “Sumido 25”, su primer poemario, encontramos “Puesto que el joven azul de la montaña ha muerto”. Es como si el poema nos dijese que también ahora, en este momento, la ciudad fuese a engullirnos como una planta carnívora dentro de sus fauces, con zombis vivientes saliendo de las bocanadas de los metros, en el cataclismo en el que parece que se va a convertir todo, sin trabajo, sin esperanzas, sin nada. Es allí, hacia la montaña, el lugar donde el poeta pretendía dirigir a los jóvenes puesto que son ellos los que no se hallan contagiados por ninguno de los efectos de la Guerra Civil ya que ninguno de ellos ha participado. 70 años después de que Miguel lo escribiera, no es difícil encontrar paralelismos con la actual situación que nos toca vivir.
No hay en la obra de Labordeta una sustancial evolución. Lo que sí muestra su trayectoria poética de un modo circular o, mejor dicho, en espiral o concéntrico es un enriquecimiento en el tono; desde el preferentemente introspectivo y cáustico de su primer libro (por ejemplo en “Espejo”, en “Elegía a mi propia muerte” o en “Soledad con algo de lamento” y que prosigue en el siguiente, Violento idílico en poemas capitales como “Retrospectivo existente”. (Violento Idílico-1949)
Vuelve ese mismo sarcasmo y desolación, esta vez en tono más surrealista, deconstruyendo su poesía, dirigiéndose al subconsciente colectivo, como en “Segunda Revolución Industrial”:(Los Soliloquios-1969)
También en los versos de “Sonámbulo, siniestro y solitario” percibimos ese mismo vacío y destrucción:
Incluso en uno de sus poemas póstumos aparece el tono sarcástico, no carente de esa… retranca, tan aragonesa:
“Escucha joven poeta inadvertido” – (Autopía-1972)
Pero tras toda esa variedad tonal que acabamos de percibir, se oculta la profunda raíz de su voz poética única e ininterrumpida: el Romanticismo. Porque Labordeta, más allá del estilo o influencia surrealistas que sin duda tiene, pertenece a la estirpe de los románticos. Su poesía nace de la dolorosa conciencia del hombre perdido en el caos de un mundo sin dios, sin asidero que pueda dar un sentido a la existencia.
Pero, al mismo tiempo, como los románticos, siente Labordeta la obligación ética de indagar aun a sabiendas de que “nada es la respuesta”, como dice en uno de sus más importantes poemas: “La voz del poeta” de Transeúnte central. (Transeúnte Central-1950)
En este gran poema, hemos podido apreciar, por cierto, que juega con la imagen típicamente romántica del poeta en el mundo: como un ser que se sitúa por encima de la vida común y corriente, que trata de buscar alguna certeza positiva en la inmensa oscuridad del universo. La aportación de Labordeta a esa imagen aristocrática del artista romántico está en el hecho de que en este poema es el propio poeta el que se desdobla en ser corriente. Y, al mismo tiempo, en ser único, conciencia de la gris humanidad. Eso sí, conciencia que no llega a nada porque “nada es la respuesta”: es decir, el vacío, el caos, la destrucción.
Pero, no nos quedemos solo con “vacío y destrucción”, pues Miguel Labordeta también deja abierta la puerta a la esperanza: Su poema final “Mensaje de amor de Valdemar Gris”, nos lanza una misiva de esperanza y de afirmación en el amor por un camino de soles y riberas. Un amor puro en sí mismo, un amor que puede rescatar la eternidad y desafiar la efimeridad del ser.
Bueno, terminamos ya, a este solterón recalcitrante, obeso, calvo, tierno, socarrón, tímido hasta la médula, a este hombre bueno, en el sentido machadiano. Pero, sobre todo, a este gran poeta. Como no podía ser de otra forma, lo hacemos con esta canción que su hermano José Antonio le dedicó unos meses después de su muerte.
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3 pensamientos sobre “MIGUEL LABORDETA SUBÍAS, poeta del vacío y la destrucción”
Das habe ich leider zu spät gelesen (oder «Gott sei dank») dieses Wissen hätte mir wahrscheinlich die «Klugscheisser-Kuh» auf dem Baui eingebracht.
¿Cualo?
…el tío Pascualo.