La historia comienza a finales de los años 40, cuando José María Fonollosa (1922-1991) escribe Los pies sobre la tierra, que permanecerá inédito. Unos años más tarde, ya a comienzos de la década de los 50, nuestro autor se encuentra en Cuba. Allí, retoma aquel libro inédito, incrementa su material y le cambia el título: Ciudad del hombre: Nueva York. Lo presenta a algún certamen literario sin fortuna. A principios de los 60 regresa a su ciudad natal: Barcelona. Convencido de su invisibilidad en el panorama literario decide proseguir con el solitario y singularísimo camino de Ciudad del hombre. Se aísla del mundillo de las letras –sus únicas lecturas van a ser las obras del marqués de Sade y el diario La Vanguardia– y se consagra, durante los siguientes treinta años, a la expresión geométrica, en perfectos endecasílabos blancos, de su visión caleidoscópica de un mundo instintivo y lancinante, poblado de anónimos ciudadanos que soliloquian -despiadados, cínicos, perversos, lúcidos, agónicos- perdidos por el laberinto de la Gran Ciudad, símbolo de un Universo intrascendente y caótico, lleno de furia y de dolor, esencias de lo humano.
Selección poemas / créditos:
- Final – (Voz: Fernando Alcaine – Música: Keith Jarret – Chelsea Bridge)
- Howard Street – (Voz: Manuel Alcaine – Música: Keith Jarret -Chelsea Bridge)
- William Street – (Voz: Carlos Sangüesa – Música: Keith Jarret – Cool Piano Jazz-Margot)
- Chatham Square – (Voz: M José Sampietro – Música: Keith Jarret – Cool Piano Jazz-Margot)
- White Hall Street – (Voz: Orión González – Música: Keith Jarret – Sandu)
- Water Street – (Voz: Lola Orti – Música: Keith Jarret – Sandu)
- Canal Street – (Voz: Santi Ric – Música: Keith Jarret – My romance)
- Times Square – (Voz: Chus Sanjuan – Música: Keith Jarret – Standards Live)
- Leroy Street – (Voz: Manuel Alcaine – Música: Keith Jarret – While We’re Young)
1 – Final
No a la transmigración en otra especie.
No a la post vida, ni en cielo ni en infierno.
No a que me absorba cualquier divinidad.
No a un más allá, ni aun siendo el paraíso
reservado a islamitas, con beldades
que un libro garantiza siempre vírgenes.
Porque esos son los juegos para ingenuos
en que mi agnosticismo nunca apuesta.
Mi envite es al no ser. A lo seguro.
Rechaza otro existir, tras consumida
mi ración de este guiso indigerible.
Otra vez, no. Una vez ya es demasiado.
2 – Howard Street
Fuiste buena conmigo. Tus hermanas
te escupieron un nombre. Hasta tu madre
te miró con rencor cuando te fuiste.
No logré una moneda en mucho tiempo.
Pero nunca faltó vino en la mesa
y encontré más camisas en mi armario.
Eran días muy malos. Todo el mundo
me volvía la espalda. Fuiste buena,
mas te daba mis brazos cada noche.
Sabes que ahora la suerte ya ha cambiado
y en mi bolsillo crujen los billetes.
Fuiste buena. Lo sé. Pero me marcho.
No toda la madera es de un solo árbol.
Un pueblo ha de tener diversas calles.
A un cuerpo no le basta sólo un cuerpo.
Fuiste buena conmigo. Pero ahora
vuelvo a tener amigos y dinero.
La vida no termina aquí en tus brazos.
3 – William Street
Las mujeres que quiero van con otros.
Cuando pasan prendidas de otros brazos
miro a la que se apoya en mí y compruebo
que yo me he equivocado de mujer.
La gracia enrojecida de una risa,
el rumor tembloroso de un silencio,
la mirada furtiva que nos dice
que está la dicha allí, en aquellos ojos…
Esas cosas descubro sólo en otras.
Yo sé que lo que anhelo no anda lejos:
veo como ellas pasan de otros brazos.
Y trato de encontrarlo, incluso en ellas.
Mas siempre me equivoco de mujer.
Las mujeres que quiero van con otros.
4 – Chatham Square
He estado en muchos sitios. Todos ellos
guardaban algo malo para mí,
como guarda la nube su relámpago.
Pasé por las ciudades. Por los pueblos.
Por casas que crecían junto al trigo.
Ninguna voz sin daño me detuvo.
Así me acostumbré a caminar solo
y odiar a los que encuentro en torno mío.
El whisky únicamente ahora es mi amigo.
5 – White hall Street
Yo le tenía miedo. No sabía
que un delgado cuchillo entra en la carne
sin despertar la piel. Como entra el frío.
Como una piedra agujerea el agua.
Pensaba que su grito subiría,
como una lagartija, por mi brazo,
haciendo que soltara mi cuchillo.
¿Qué debe uno decir en estos casos?
Pensaba que en sus ojos hallaría
la sonrisa cansada de la noche.
Aquella que yo solo causaba. Antes.
Pero no hubo mirada ni hubo grito.
Un delgado cuchillo entra en la carne
sin despertar la piel. Como entra el frío.
Y sabe hallar la vida allí escondida
con rápido sigilo. Sin esfuerzo.
No hubo mirada, no. Tampoco grito.
Fue muy fácil. Tan fácil que aún me asombro.
No llego a comprender por qué hay quien teme
matar, cuando resulta algo tan fácil.
6 – Water Street
El mundo nos resulta ajeno, inhóspito.
Debiera ser destruido por completo.
Construir un mundo nuevo sin sus ruinas.
Y estrenar una vida diferente.
Pero al pasar el tiempo el nuevo mundo
tampoco hallarán propio nuevos hombres.
También ellos querrán un mundo nuevo.
Mejor fuera destruirlo y no hacer otro.
7 – Canal Street
Han de cambiar las cosas algún día.
Un día ha de acabar mi mala suerte.
Conseguiré, por fin, dar un buen golpe
que llene de billetes mis bolsillos.
Han de cambiar las cosas algún día.
La gente de mi barrio, con respeto
me escuchará y vendrá a beber conmigo.
Engulliré comidas, las más caras
e iré con prostitutas de gran clase.
Y todos querrán ser amigos míos.
Hasta me sonreirán los edificios
que ven ahora mi paso desconfiados.
Seguro que las cosas cambiarán.
Un día ha de acabar la mala racha.
8 – Times Square I
Me encanta transcurrir por las calles
pobladas de muchachas que, a mi paso,
«Rubio», «Cielo», «Tesoro», «Ven aquí»,
susurran. Es magnífico el paisaje.
Ni me hablen de los valles ecológicos.
Es como disponer de un gran serrallo
y elegir la que uno halla apetecible
para un rato. Y después escoger otras
si uno quiere y si tiene nuevas ganas.
Y todo por un precio razonable.
Qué acierto es ese oficio inestimable
de la prostitución. Todas las partes
involucradas sienten, satisfechas,
que han dado menos de lo recibido.
Debiera promoverse más su práctica.
9 – Leroy Street
Dirígete al Oeste, hasta que el Este
sea el Oeste también, fin y principio.
Y entonces ve hacia el Norte, hasta que el Sur
sea el Norte también, fin y principio.
En su confluencia exacta tal vez halles
qué significa el fin y qué el principio.
Pero es mejor que apures tu cerveza
sentado en una mesa con amigos.
Y que otros se alucinen y extravíen
persiguiendo ese fin o ese principio.
Un pensamiento sobre “Malditos poetas. José María Fonollosa”
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