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Luis García Montero – Un año y tres meses

8 junio, 2023 - Poesía
Luis García Montero – Un año y tres meses

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Un año y tres meses reúne los poemas escritos por Luis García Montero a raíz de la pérdida de su mujer, Almudena Grandes. Evocan con emoción contenida toda la angustia vivida esos meses: el diagnóstico, los cuidados, el dolor de los últimos momentos compartidos, el desgarro de la casa vacía, también los momentos de felicidad vividos en esos tristes días.

Luis García Montero nos deja un delicado y conmovedor libro de amor del que hemos seleccionado 15 de sus poemas.

cartel L.Garcia Montero-1 año 3 meses-cuadro

 

CRÉDITOS (poema / voz / música)

1. El misterio y el secreto / Mingo España / José Travieso (The Illusionist)
2. Lectores / José Luis Hernández / José Travieso (The Illusionist)
3. La verdad de las ficciones / Lola Orti / José Travieso (The Illusionist)
4. Los cuidados / Mª José Sampietro / José Travieso (The Illusionist)
5. Nuevo diagnóstico / Elena Parra / José Travieso (The Illusionist)
6. Historia de un desorden / Mª José Sampietro / José Travieso (The Illusionist)
7. Fuera de casa / Mingo España / José Travieso (The Illusionist)
8. La resistencia / José Luis Hernández / José Travieso (Longing…)
9. Últimos pasos / Lola Orti / José Travieso (Longing…)
10. No me salen las cuentas / Mª José Sampietro / José Travieso (Longing…)
11. Animal doméstico / Elena Parra / José Travieso (The Monster Still Lives…)
12. En cuerpo y alma / Lola Orti / José Travieso (La brecha)
13. Partido a partido / Mingo España / José Travieso (La brecha)
14. La mudanza / José Luis Hernández / José Travieso (La brecha)
15. Un año y tres meses / Manuel Alcaine / José Travieso (A lo inalcanzable)

 

 

 

EL MISTERIO Y EL SECRETO

Por nuestra orilla caminamos solos
bajo el atardecer,
mientras las huellas van y vienen.
Lo que acerca la espuma se va con la resaca.
Para que no te dañe el sol
hemos salido casi en el crepúsculo,
cuando los sentimientos se desnudan
sobre la arena todavía cálida
y un murmullo de luz
escribe el horizonte que nos mira.
Como una carretera,
donde las luces rojas son frenos de la noche,
vemos pasar despacio las preguntas
sin saber qué decir.
No es lo mismo un misterio que un secreto,
pero los dos se mezclan:
lo han aprendido ahora
nuestras conversaciones contenidas.
Qué difícil andar con pies descalzos
y miedo a lo que corta. Qué difícil
saber lo que se esconde en esta caracola.

Orillas del mar,
dejadnos soñar.

LECTORES

También es el amor una luz negociada.
Somos barcos nocturnos que fondean
en esta habitación
junto a una cama que parece un puerto.

No me importa que tardes en apagar la luz
si me quedo dormido en tu lectura.
Un faro parpadea muy pegado a tu cuerpo
para que Ulises pueda hacer justicia,
mientras que Fortunata
naufraga por las calles de Madrid
y la esperanza se defiende
con uñas y alegría
en la ciencia ficción de cualquier cuerpo.

Tampoco tú protestas
si yo enciendo la luz antes de hora.
Duermo poco. Digamos que a las cinco
mi mesita de noche es una dársena
donde hay carga y descarga de palabras
que pasan a tu sueño.
Por Nueva York camina Baudelaire,
Federico en París,
mientras Machado cruza la frontera
y Cernuda nos habla de Galdós
bajo el cielo de México.

El amor es también una luz negociada.
Me das tus sueños al vivir los míos.
Te doy mis sueños al guardar los tuyos.
Historias que se enlazan como cuerpos.

LA VERDAD DE LAS FICCIONES

La veo en el espejo
mientras se arregla los cabellos
como quien hace cola en la puerta de embarque
en busca de un destino.
No sé lo que baraja su paciencia,
ni lo que cabe en mi silencio.
Me vigilan a mí los maniquíes
con su sombra de ojos
y sus pelucas educadas
en el verbo buscar y en la razón del arte.
Cabellos en el viento de la vida,
tristezas rubias, pelirrojas, negras,
ordenadas por la quimioterapia.
Eres tú, le comento, y me sonríe.
Ninguno de los dos, ninguno, nunca,
habíamos sentido de este modo
que existe la verdad en las ficciones.
Nunca tuvieron las miradas
tanto amor a la vida.

LOS CUIDADOS

Mirar con otros ojos
las tallas de las camisetas.
Escuchar con oídos diferentes
los rumores del baño.
Soportar las llamadas ajenas, los avisos,
por no dejar el móvil en silencio.
Vivir el suelo, vigilar un orden
que evite las caídas y los sustos.
Pensar en la comida
sin ganas de comer,
masticar la palabra nutrición,
el miedo a la diarrea,
los horizontes de la hemoglobina.
La ropa sucia deja de oler mal
porque ya se ha mezclado
con todo lo que somos y sentimos.
Son cosas de la vida,
suburbios del presente, domicilios de amor
que se habitan lo mismo que un recuerdo.

Y nada quise más que tus cuidados.

NUEVO DIAGNÓSTICO

El agua está muy fría,
casi duele.
Pero tampoco puedo llamar a recepción
porque la ducha inhóspita
me responde de tú, maldice mientras cae
por las paredes de la casa.
Mi casa que no es mía, una casa de agua.
El tiempo corre más que yo
y no respeta propiedad privada.
Ya lo sabes, lo asumes, el mundo es un hotel
sin libro de reclamaciones.
Y qué puede importarle nuestro caso.
Fría el agua que muerde la cabeza,
fría la que recorre sus caminos
por la espalda y la piel
del desterrado,
frías son las palabras
que me dejan sin mí con su noticia.
Seguro que el reloj también lo sabe,
seguro que está el mar
detrás de su maldito
correr indiferente.

HISTORIA DE UN DESORDEN

Las botellas están en la despensa,
la ropa en el armario,
las horas en sus días,
los coches circulando por las calles
con un sentido regular del tráfico,
más precisos que nunca los recuerdos,
cada uno en su año y su ciudad,
las tierras y los mares en los mapas,
la pantera en la selva, la luna en sus poemas,
las ideas, las dudas, las pasiones
hechas a resistir consigo mismas,
por géneros los libros,
los números por orden alfabético
en las agendas del teléfono,
las letras como cifras en los ordenadores,
las dos almohadas en la cama,
las zapatillas simulando espera
con su tranquilidad de buen rebaño…

Que todo esté en su sitio
es el mayor desorden que pueda imaginarse.

FUERA DE CASA

Y me asomé a la tarde esta mañana
cuando bajé a la plaza,
y no salí de mí
porque la tarde se asomó a mi vida.
El mundo de este ocaso que va dentro
de todo lo que soy
hace que no sean mías las paradas,
ni los saludos torpes.
Al pasar por delante del portero,
el vecino educado y el amigo de siempre,
las huellas de mis pasos van demasiado llenas
en medio del vacío.
Le preguntan a otro
que se siente impostor cuando responde
con un decir deshabitado.
Es la tarde que pasa y se escucha a lo lejos
como un golpe de puerta
en medio de la nada.

LA RESISTENCIA

Una hermosa palabra
que tantas veces llega hasta nosotros
en manos de la historia.
Es la razón del viento
en casi todas tus novelas.
La ciudad que resiste un bombardeo,
no pasarán, las redes clandestinas
que luchan contra el nazi,
las huelgas generales,
la rebeldía de la gente anónima
en una dictadura.

No has querido quedarte ingresada esta noche,
así que regresamos al cuartel
y el taxista no pone buena cara
cuando nos acercamos en la silla de ruedas
hasta su posición.

El hospital, la cuesta, el maletero,
la lentitud de tus rodillas
al entrar en el coche,
asaltan su paciencia.
Yo no se lo reprocho, no sabemos
cuáles son sus batallas,
mientras la historia cae resumida en nosotros
y en tu mano que guardo entre las mías.

Al regresar del frente
en la luna menguante se dibujan
las palabras amor y resistencia.
Nada saben de pólvora ni redes clandestinas.
Con pocas fuerzas hoy,
el cielo de Madrid nos mira triste.
Una vez más nos faltan aliados
en las trincheras últimas de nuestros corazones.

ÚLTIMOS PASOS

No me atrevo a decir que esto no es un poema,
pero la muerte ahora, lo confieso
y digo la verdad,
no es un asunto literario.
Me rodea lo mismo que un desorden,
lo mismo que la sombra que me sigue
por esta calle solitaria,
la calle que soy yo,
lo confieso y lo digo de verdad.
Por más que me repito y murmuro… tal vez,
la pierdo poco a poco,
aunque la quiera paso a paso
y la cuide si hablo con la luz,
para que esté conmigo,
para que no desaparezca,
para que nadie diga ya nada puede hacerse.

La muerte es miserable.
Vengo de vomitar una tarde de whisky,
escondido de mí,
escondido de ella.
Negocio con la vida deshojada,
pero la muerte es miserable,
y pierdo los papeles, y vomito
en un baño cualquiera,
y temo que me vean de esta forma.

Pueden avergonzarse de mí. Me doy vergüenza
en muchas ocasiones. Pero tengo razón,
la muerte es miserable, miserable,
la muerte es miserable.

II

NO ME SALEN LAS CUENTAS

Y es que nunca se aprende del todo
a sumar y restar.

Le quito treinta años a este tiempo,
una resta sencilla en el verbo vivir,
y te veo llegar, aparecer
en medio de un congreso de escritores,
hermosamente libre,
vestida de ti misma,
morena en el hablar y en el mirarme.
Rondábamos los treinta para doblar la vida,
orgullosos de amor y de desnudo,
de sábanas tomadas y memorias,
dispuestos a buscarse por los mapas.

Tampoco comprendía lo que puede sumarse
a un dolor esperado,
una suma sencilla en el verbo perder,
en las letras del no
escritas con la luz de una ventana.
Estás ahí, por fin dormida.
Contra mi espalda la ciudad
que tanto hemos amado, y por delante
tú en la habitación,
la de un amor de pies y de cabeza
que tampoco ha podido con la muerte.

Porque nunca se aprende del todo
a sumar y restar,
no me salen las cuentas.
Las cosas van y vienen
confundiendo el ahora y el mañana
con lo que ya no puede suceder.

Todo es raro y difícil como llamarme Luis,
como esperar a que me llames,
como vivir sin ti.

 

ANIMAL DOMÉSTICO

ASUMO las preguntas de la tierra
con la tierra en la mano.
Yo daba por supuesto que la muerte
no iba a ser una duda metafísica,
pero desconocía hasta qué punto daña
como animal doméstico.

Lo vacía que está una nevera llena,
la soledad de una toalla
al lado de la ducha,
el teléfono inútil al llegar al hotel,
el no callar de la televisión
que nada tiene que decir,
la falta de costumbre de un silencio
o de un sofá a la deriva
o del ordenador y la butaca
que me miran sin ojos
al pasar por la puerta del despacho.

Todo es presentimiento de lo que no sucede,
pero está ahí, doméstico y sincero,
lo mismo que un ladrido sigiloso
que no parece un grito.
Es una convivencia con la tierra
y las habitaciones de la casa.

EN CUERPO Y ALMA

¿Puede hacerse el amor en vuestro cielo?
Pregunto porque sí,
porque también las manos tienen lágrimas
y miran con sus dedos debajo de un latido
y hablan lentamente
con la lengua materna de los enamorados.

Son buenas intenciones.
Alguna vez me paran por la calle,
comparten mi dolor para decirme
por fin descansa en paz, está en el cielo.
Pero los meses todavía
tienen la luz de un pésame difícil.
Con buenas intenciones
hay quien habla de ángeles,
de vida eterna, de misericordia,
del dios que ha muerto por nosotros,
del paraíso en el que nos esperan
los que ya se han marchado.

Un mundo extraño para consolarme
con una vida eterna que no es vida.

¿Puede hacerse el amor en vuestro cielo?
¿Hay caricias de sol a media noche?
¿Labios que se despiertan para decir te amo
e insistir en la piel,
cuerpo abajo camino de un infierno glorioso?

Si fuese así, si fuese
primavera en el árbol de la sabiduría,
tal vez yo negociase con la fe
dispuesto a consolarme entre supersticiones.
Porque mis manos tienen lágrimas
y sienten con sus dedos
y hablan con la lengua de los enamorados.

Es todo lo que pido:
una resurrección y una manzana,
el uno sobre el otro,
que permitan morir como solía.

PARTIDO A PARTIDO

Nada tiene sentido, ya lo sabes.
Y sin embargo el día
viene con su luz sucia, pero es luz.
Y sin embargo llegan con el despertador
las primeras noticias, los acontecimientos
del poder, el dinero y las fronteras,
todo lo que nos duele, pero llama
a mezclarnos de pronto
en las conversaciones de la vida.
Nada tiene sentido.
Y sin embargo llaman por teléfono,
el amor de los hijos, las preguntas de un viaje,
las dos invitaciones
para ver una obra de teatro
a la que iré solo y sin ganas.
Y sin embargo sé
por los actores que me gustará,
que después habrá cena y copas con amigos.
Así que volveré despacio hasta la casa,
sin responder de mí,
pisando soledades y recuerdos,
con los ecos del día y del trabajo,
de los telediarios
y de las lluvias familiares.
Camino de la cama murmurará la noche
con hojas secas y bastón de ciego.
Al desnudarme, al encender la luz,
las páginas de un libro
tal vez me digan: «sin embargo».

LA MUDANZA

Las cajas de cartón ya están conmigo
junto a la puerta de la casa.
En la primera pongo la cabeza
para guardar de golpe tu memoria,
la intemperie y un día de mañana.
Organizo mi pecho en la segunda
con sus aves de paso, las sábanas tendidas
y el corazón de antes.
En la tercera van
las manos y las piernas
con el norte y el sur
y el este y el oeste
y América Latina.
En la caja final doblo mi sombra.
Guardo también los ojos
para empezar a ciegas la mudanza.

 

III

UN AÑO Y TRES MESES

Como las narraciones de la lluvia
o los cuadernos de bitácora,
tuvo la enfermedad sus argumentos.

No me quejo de nada. Hoy sostengo
el optimismo amargo con el que respondimos,
septiembre, 2020,
cuando las citas médicas y el mar de los análisis
se mezclaron de un día para otro
con las arenas de la vida.

Nunca me quejaré de la disciplinada
manera que tuviste de contar nuestros pasos
para ver la ciudad con otros ojos,
la resistencia física y mental
que exigía la quimio.
No me quejo de las debilidades
o de la Navidad sin cabellera
o de la extraña forma de despedir el año
cuando el amor pasó por el quirófano.

La pandemia prohibía las visitas.
Disfrazado de médico sin bata,
subí para esconderme hasta la habitación
5427.
Dividimos por dos las uvas de tu postre,
oyendo de la mano aquellas campanadas
de la televisión
que no sonaban todavía a muerto.

No me quejo de todo lo que hicimos después,
del cuerpo poco a poco tan vencido,
de las ventanas de los hospitales,
de la silla de ruedas en 2021,
penumbras fatigadas de noviembre,
ocho de la mañana en el rumor del Clínico
con resultados últimos en la sala de espera.
No me quejo del miedo a la caída,
de la ducha difícil,
de los duros transbordos para llegar al baño.
No me quejo tampoco
de los cuidados paliativos,
la memoria con gasas
y la conversación inevitable.
No me quejo de verte morir entre mis brazos.

Comprendí que los viajes y los libros
con sus dedicatorias
siempre han sido maneras de cuidarnos.
Comprendí las raíces de nuestra militancia,
comprendí la factura de querer
de un modo tan completamente viernes.
Comprendí el argumento de esta historia
en la noche estrellada,
una historia de amor,
este año y tres meses,
estos días finales que ya son,
ahora, recordados,
los más felices de mi vida.

 

 

Un año y tres meses
© Luis García Montero, 2022

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