CANTAR DE LOS CANTARES: POLVO SIN MUNDO
Atribuido tradicionalmente al rey Salomón, la gran mayoría de los especialistas está de acuerdo en que el Cantar de los cantares no es la obra de un único y determinado poeta. Más bien se trata de una colección de canciones hebreas de los s. V y IV a.C., compuestas por personas desconocidas para que el pueblo cantara, y compiladas probablemente hacia principios del s. III a.C. Por debajo de cualquier consideración religiosa, constituye una singular manifestación de eso que Grecia llamó poesía lírica, con la que comparte el sensualismo amoroso y natural. El genio hebreo introduce, no obstante, algo novedoso: la espiritualización de la relación amorosa, convertida así en algo fantasmagórico u onírico. Los dioses, los poetas griegos celebran la carne. En Canaán, la carne se transubstancia, se convierte en símbolo a costa de hacerse polvo.
Voces:
1 – Elena Parra
2 – Lola Orti
3 – Chus Sanjuán
4 – Jose Sampietro
5 – Chus Sanjuán
6 – Elena Parra
7 – Lola Orti
8 – Jose Sampietro
9 – Elena Parra
Música:
Ana Alcaide – Viola de teclas
Textos:
1
Soy trigueña, pero hermosa, hijas de Jerusalén,
como las tiendas de Cedar y como las cortinas de Salomón.
No me miréis con desprecio:
si yo soy morena es porque el sol me doró…
Los hijos de mi madre se enfurecieron contra mí:
me pusieron a guardar las viñas,
¡pero no supe guardar mi propia viña!…
Anúnciame, oh amado de mi alma,
a qué pastizal llevas a tu ganado
y dónde descansas al mediodía,
para que yo no esté errante, cual vagabunda,
tras los rebaños de tus compañeros.
2
Cuando el rey descansa en su lecho,
mi nardo exhala su perfume.
Mi amado es un ramillete de mirra
echado para reposar entre mis senos.
Mi amado es una ramita de ciprés,
de las viñas de En-gadi.
3
Mi amado sube la voz para decirme:
“¡Levántate, mi amada, belleza mía, ven hacia mí!
¡Ya pasó el invierno y la lluvia terminó.
Las flores brotaron en la tierra,
llegó el tiempo de los cánticos
y en nuestra tierra
ya se oye el arrullo de la tórtola.
Va ofreciendo sus frutos la higuera
y la viña en flor derrama su perfume!
¡Levántate, oh mi amada, belleza mía, ven!
¡Tú, mi paloma en las grietas de los peñascos,
escondida en lugares escarpados,
enséñame tu rostro,
hazme oír tu voz ,
tu voz tan cariñosa y tu faz encandiladora!”
Ahuyentad a las zorras pequeñas
que a las viñas causan daño:
nuestras viñas ya están en flor.
¡Es mío el amado
que apacienta su rebaño entre azucenas¡
¡Y yo soy de él!
Antes que amanezca el día
y las sombras desaparezcan,
queda conmigo, mi amado,
y huye después,
ligero como gacela,
gacela por los montes perfumados.
4
De noche busqué
a quien mi alma adora.
Lo busqué, pero no lo encontré.
¡Me levantaré y me adentraré en la ciudad
para buscar por calles y plazas
a quien mi alma adora!
Lo busqué, pero no lo encontré…
A mí me encontraron
los guardias que custodian la ciudad:
-“¿Vieron por casualidad a quien mi alma adora?”
¡Nada más pasarlos
encontré a aquel a quien mi alma adora!
A él me agarré, y no lo solté
hasta introducirlo en casa de mi madre,
en la cámara de aquella que me gestó.
Os suplico, hijas de Jerusalén,
por los venados, por las gacelas de los campos:
¡no despertéis a mi amor
antes que él lo desee!
5
¡Cómo tú eres bella, oh mi amada,
cómo tú eres bella!
Tus ojos son palomas a través de tu velo,
como cinta escarlata son tus labios,
y tu boca es hermosa!
Como fruto del granado es tu faz detrás del velo.
¡Tu cuello es como la torre de David!
¡Tus senos son dos pequeñas gacelas de blancura!
Antes que amanezca el día y las sombras desaparezcan,
iré al monte de la mirra y al otero de incienso.
¡Toda tú eres bella, oh mi amada!
¡Cautivaste mi corazón,
cautivaste mi corazón con una sola de tus miradas,
con una única perla del collar de tu cuello!
¡Cómo es delicioso tu amor, amada mía!
¡De cierto es más suave que el vino!
¡Y la fragancia de tu perfume
supera al de todos los aromas!
Tus labios, oh mi amada,
son como un panal que destila miel;
debajo de tu lengua hay leche y miel;
y el perfume de tus vestidos
es como el perfume del Líbano.
Eres un jardín cerrado, mi amada,
eres un jardín cerrado,
eres una fuente sellada.
Tus ramos son una huerta de granados,
y tienes las más extrañas esencias:
el nardo y la canela, el azafrán y la caña aromática,
con todos los árboles de incienso, la mirra y los áloes,
con los más finos aromas.
¡Eres la fuente de mi jardín,
la cisterna de las aguas vivas que del Líbano manan!
6
Yo duermo, mas mi corazón vela.
La voz de mi amado resuena y dice:
“¡Ábreme, amiga mía, mi paloma, oh mi perfección!…
¡Porque mi cabeza está cubierta de rocío,
y de la humedad de la noche mis cabellos!”
Me despojé del vestido:
¿cómo vestirme de nuevo?
Ya lavé mis pies; ¿he de volver a ensuciarlos?
Mi amado metió la mano
por el resquicio de la puerta
y mi vientre se estremeció.
Me levanté para abrirle a mi amado,
y de mis dedos se escurrió la mirra sobre la aldaba,
y de mi mano goteó la mirra.
Abrí a mi amado, pero él ya no estaba.
7
Y su huída me hizo desfallecer…
Lo busqué, pero no lo encontré.
Clamé por él, pero no me respondió.
Me encontraron los guardas que rondan la ciudad:
me hirieron y me alejaron,
no sin antes quitarme el manto que me cubría.
Os suplico, hijas de Jerusalén:
si vieseis a mi amado,
decidle que estoy enferma de amor.
¡Mi amado es cándido y rosado,
y sobresale entre millares.
Su cabeza es oro, un oro fino.
Son como hojas de palmera sus cabellos ondulados,
sus ojos son como palomas a la orilla de los riachuelos,
sus mejillas son brotes de plantas aromáticas, intensamente perfumadas;
sus labios son azucenas que gotean mirra pura;
sus brazos son cetros de oro engarzados con piedras de Tarsis;
su vientre es de marfil, cubierto de zafiros;
sus piernas son pilares de alabastro sobre bases de oro fino;
su porte es como el del Líbano, elegante como los cedros;
su voz vierte dulzuras, y todo en él es encanto!
¡Éste es mi amado, éste es mi amigo, oh hijas de Jerusalén!
8
Yo soy para mi amado y hacia mí se vuelve su deseo.
¡Ven, mi amado! ¡Huyamos al campo!
Dormiremos en las aldeas,
temprano iremos a los viñedos
para ver si ya florecieron,
si ya dieron fruto las parras
y si los granados se abrieron.
¡Ahí me entregaré a ti!
Sostiene mi cabeza en su mano izquierda
y con la derecha me enlaza.
Os suplico, hijas de Jerusalén:
no despertéis ni hagáis velar a mi amor si él no lo desea.
9
Béseme con su boca a mí el mi amado.
Son más dulces que el vino sus amores;
tu nombre es suave olor bien derramado,
y no hay sabor que iguale tus sabores.
Un pensamiento sobre “Las semillas del corazón – Lírica hebrea – CANTAR DE LOS CANTARES”
Una delicia de programa.