Trafulla Teatro ha realizado una selección de poemas de “Las flores del mal” del gran Baudelaire, presentamos hoy la primera de las dos entregas con las que se ocupa de este poemario ‘maldito’, considerado uno de los más perseguidos y censurados; la Francia del siglo XIX parecía no estar preparada para recibirlo y su autor fue enjuiciado por atentar contra los valores morales y le señaló como un desvergonzado. Sin embargo, Baudelaire es considerado hoy uno de los precursores del verso libre y padre de la poesía moderna, además de máximo exponente del simbolismo y la decadencia de Francia del siglo XIX.
Su poemario podemos definirlo como un tortuoso recorrido por paisajes decadentes, en los que hacen eco los sentimientos de soledad, indiferencia y persecución; “Las flores del mal”, en fin, construye una visión alejada del romanticismo del París de la época, en los que el opio, hachís y otras drogas conforman la subcultura de los barrios bajos, entre prostitutas, extravagancias y la hipocresía de una sociedad en decadencia.
¡No os lo perdáis!
CRÉDITOS: (Poema/voz/música)
- Al lector/Manuel Alcaine/John Williams (Anakin’s Dark Deeds)
- Spleen – I/José María Burillo/Pauline Oliveros (The Roots of the Moment)
- Spleen – II/José María Burillo/Pauline Oliveros (The Roots of the Moment)
- El examen de medianoche/José Luis Hernández/Pauline Oliveros (The Roots of the Moment)
- El alma del vino/Manuel Alcaine/Pauline Oliveros (The Roots of the Moment)
- El rebelde/Mingo España/Pauline Oliveros (The Roots of the Moment)
- El vino del asesino/Mingo España/Pauline Oliveros (The Roots of the Moment)
1.1 – AL LECTOR
Afanan nuestras almas, nuestros cuerpos socavan
la mezquindad, la culpa, la estulticia, el error,
y, como los mendigos alimentan sus piojos,
nuestros remordimientos, complacientes nutrimos.
Tercos en los pecados, laxos en los propósitos,
con creces nos hacemos pagar lo confesado
y tornamos alegres al lodoso camino
creyendo, en viles lágrimas, enjugar nuestras faltas.
En la almohada del mal, es Satán Trimegisto
quien con paciencia acuna nuestro arrobado espíritu
y el precioso metal de nuestra voluntad,
íntegro se evapora por obra de ese alquímico.
¡El diablo es quien maneja los hilos que nos mueven!
A los objetos sórdidos les hallamos encanto
e, impávidos, rodeados de tinieblas hediondas,
bajamos hacia el Orco un diario escalón.
Igual al disoluto que besa y mordisquea
el lacerado seno de una vieja ramera,
si una ocasión se ofrece de placer clandestino
la exprimimos a fondo como seca naranja.
Denso y hormigueante, como a un millón de helmintos,
un pueblo de demonios danza en nuestras cabezas
y, cuando respiramos, la Muerte, en los pulmones
desciende, río invisible, con apagado llanto.
Si el veneno, el puñal, el incendio, el estupro,
no adornaron aún con sus raros dibujos
el banal cañamazo de nuestra pobre suerte,
es porque nuestro espíritu no fue bastante osado.
Mas, entre los chacales, las panteras, los linces,
los simios, las serpientes, escorpiones y buitres,
los aulladores monstruos, silbantes y rampantes,
en la, de nuestros vicios, infernal mezcolanza
¡Hay uno más malvado, más lóbrego e inmundo!
Sin que haga feas muecas ni lance toscos gritos
convertiría, con gusto, a la tierra en escombro
y, en medio de un bostezo, devoraría al Orbe;
¡Es el tedio! —Anegado de un llanto involuntario,
imagina cadalsos, mientras fuma su yerba.
Lector, tu bien conoces al delicado monstruo,
-¡hipócrita lector -mi prójimo-, mi hermano!
1.2 – SPLEEN (I)
Pluvioso, irritado contra la ciudad entera,
De su urna, en grandes oleadas vierte un frío tenebroso
Sobre los pálidos habitantes del vecino cementerio
Y la mortandad sobre los arrabales brumosos.
Mi gato sobre el ladrillo buscando una litera
Agita sin reposo su cuerpo flaco y sarnoso;
El alma de un viejo poeta vaga en la gotera
Con la triste voz de un fantasma friolento.
El bordón se lamenta, y el leño ahumado
Acompaña en falsete al péndulo acatarrado,
Mientras que en un mazo de naipes lleno de sucios olores,
Herencia fatal de una vieja hidrópica,
El hermoso valet de coeur y la dama de pique
Charlan siniestramente de sus amores difuntos.
1.3 – SPLEEN (II)
Yo tengo más recuerdos que si tuviera mil años.
Un gran mueble de cajones atiborrado de facturas,
De versos, de dulces esquelas, de procesos, de romances,
Con abundantes cabellos enredados en recibos,
Oculta menos secretos que mi triste cerebro.
Es una pirámide, una inmensa cueva,
Que contiene más muertos que la fosa común.
—Yo soy un cementerio aborrecido de la luna,
Donde, como remordimientos, se arrastran largos gusanos
Que se encarnizan siempre sobre mis muertos más queridos.
Yo soy un viejo gabinete lleno de rosas marchitas,
Donde yace toda una maraña de modas anticuadas,
Donde los pasteles plañideros y los pálidos Boucher,
Solos, exhalan el olor de un frasco destapado.
Nada iguala en longitud a las cojas jornadas,
Cuando bajo los pesados flecos de las nevadas épocas
El hastío, fruto de la melancólica incuria,
Adquiere las proporciones de la inmortalidad.
—Desde ya tú no eres más, ¡oh, materia viviente!
Que una peña rodeada de un vago espanto,
Adormecida en el fondo de un Sahara brumoso;
Una vieja esfinge ignorada del mundo indiferente,
Olvidada sobre el mapa, y cuyo humor huraño
No canta más que a los rayos del sol poniente.
1.4 – EL EXAMEN DE MEDIANOCHE
El péndulo, sonando la medianoche,
Irónicamente nos induce
A recordar qué uso
Hicimos del día que se fue:
—Hoy, fecha fatídica,
Viernes, trece, hemos,
Malogrado todo lo que sabemos,
Llevado el tren de un herético,
Hemos blasfemado de Jesús,
De los Dioses ¡el más incontestable!
Como un parásito en la mesa
De cualquier monstruoso Creso,
Para complacer al bruto,
Digno vasallo de los Demonios,
Hemos insultado lo que amamos
Y halagado lo que nos repugna;
Contristado, servil verdugo,
El débil que injustamente se desprecia;
Saludado la enorme Bestia,
La Bestialidad con testuz de toro;
Besado la estúpida Materia
Con gran devoción,
Y de la putrefacción
Bendecido la descolorida luz.
Finalmente, para ahogar
El vértigo en el delirio,
Sacerdotes orgullosos de la Lira,
Cuya gloria consiste en desplegar
La embriaguez de las cosas fúnebres,
Hemos bebido sin sed y comido sin hambre!…
—¡Rápido, soplemos la lámpara, a fin
De ocultarnos en las tinieblas!
1.5 – EL ALMA DEL VINO
Una noche, el alma del vino cantó en las botellas:
«¡Hombre, hacia ti elevo, ¡oh! querido desheredado,
Bajo mi prisión de vidrio y mis lacres bermejos,
Una canción colmada de luz y de fraternidad!
Sobre la colina en llamas, yo sé cuánto se requiere
De pena, de sudor y de sol abrasador
Para engendrar mi vida y para infundirme el alma;
Mas, no seré ni ingrato ni dañino,
Pues que experimento un regocijo inmenso cuando caigo
En el gaznate de un hombre consumido por su labor,
Y su cálido pecho es una dulce tumba
En la cual me siento mucho mejor que en mis frías bodegas.
¿Oyes resonar las canciones dominicales
Y la esperanza que gorjea en mi pecho palpitante?
Los codos sobre la mesa y arremangado,
Tú me glorificarás y te sentirás contento;
Yo iluminaré los ojos de tu mujer arrebatada;
A tu hijo le volveré su fuerza y sus colores
Y seré para ese frágil atleta de la vida
El ungüento que fortalece los músculos de los luchadores.
En ti yo caeré, vegetal ambrosía,
Grano precioso arrojado por el eterno Sembrador,
Para que de nuestro amor nazca la poesía
Que brotará hacia Dios cual una rara flor!»
1.6 – EL REBELDE
Un Ángel furioso hiende el cielo como un águila,
Del incrédulo coje a pleno puño los cabellos,
Y dice, sacudiéndolo: «¡Discernirás la norma!»
(Porque yo soy tu Ángel bueno, ¿entiendes?) ¡Yo lo exijo!
Entiendo que es preciso amar, sin hacer remilgos,
Al pobre, al malo, al deforme, al imbécil,
Para que puedas hacerle a Jesús, cuando pase,
Un tapiz triunfal con tu caridad.
¡Tal es el amor! Antes de que tu corazón no se hastíe,
En la gloria de Dios vuelve a encender tu éxtasis;
«¡Que esa es la voluptuosidad verdadera de los perdurables encantos!»
¡Y el Ángel, castigando lo mismo, a fe mía que gusta!,
Con sus puños de gigante tortura el anatema;
Mas el condenado replica siempre: «¡Yo no quiero!»
1.7 – EL VINO DEL ASESINO
Mi mujer está muerta, ¡soy libre!
Puedo, pues, beber hasta el hartazgo.
Cuando regresaba sin un sueldo,
Sus gritos me desgarraban los nervios.
Tanto como un rey soy dichoso;
El aire es puro, el cielo admirable…
¡Teníamos un verano semejante
Cuando me enamoré!
La horrible sed que me desgarra
Tendría necesidad para saciarse
De tanto vino como puede contener
Su tumba; — lo que no es poco decir:
La he echado al fondo de un pozo,
Y hasta he arrojado sobre ella
todas las piedras del brocal.
—¡La olvidaré si puedo!
En nombre de los juramentos de ternura,
De los que nadie nos puede desligar,
Y para reconciliarnos
Como en los buenos tiempos de nuestra embriaguez,
Le imploré una cita,
Por la noche, en un camino oscuro.
¡Ella acudió! —¡loca criatura!
¡Somos todos más o menos locos!
Estaba todavía bonita,
¡Si bien muy cansada! Y yo,
¡Yo la quería mucho! He aquí porque
Le dije: ¡Deja esta existencia!
Nadie puede comprenderme. Uno solo
Entre estos borrachos estúpidos
¿Pensó en sus noches morbosas
Hacer del vino una mortaja?
Esta crápula invulnerable
Como las máquinas de hierro
Jamás, ni en verano ni en invierno,
Ha conocido el amor verdadero,
¡Con sus negros encantos,
Su cortejo infernal de clamores,
Sus frascos de veneno, sus lágrimas,
Su estrépito de cadena y de osamentas!
—¡Heme aquí, libre y solitario!
Estaré esta noche borracho perdido;
Entonces, sin miedo y sin remordimiento,
Me echaré en el suelo,
¡Y dormiré como un perro!
El carretón de pesadas ruedas
Cargado de piedras y de barro,
El vagón desenfrenado puede quizá
Aplastar mi cabeza culpable
O cortarme por la mitad,
¡Yo me río, tanto como de Dios,
Del Diablo o de la Santa Mesa!