Recientemente se han cumplido 200 años del nacimiento de Charles Baudelaire (Paris 1821-1867), seguramente el poeta más moderno del siglo XIX, que dio pie al movimiento del Simbolismo, cuya influencia llega hasta finales del siglo XX pasando por el movimiento Surrealista.
Según Fernando Alcaine, “…Charles Baudelaire es el destilado exquisito en forma de Poeta de la gran borrachera romántica. Las flores del mal o los Pequeños poemas en prosa dibujan, en efecto, a un ser superior, celeste, hijo del ideal, condenado, sin embargo, al exilio en la Tierra. El Poeta, pues, como Ángel Caído, repudiado por hombres y dioses, acechando entre el bosque simbólico del mundo el intenso perfume de la Belleza”.
Escuchamos ahora “Al lector”, poema con el que comienza sus “Flores del mal”, poemario que dedicó al “hipócrita lector, mi semejante, ¡mi hermano!”, o sea, a todos, incluido él. La idea central es que el tedio, el hastío, es el peor de los vicios, es la tendencia a la nada, la ausencia de actividad, la falta de sentido de la vida. Quizás por eso, para escapar de la prisión de la realidad, dijo en otro de sus poemas:
“Para no ser esclavos del Tiempo, embriagaos; ¡embriagaos sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como os plazca.”
AL LECTOR
Afanan nuestras almas, nuestros cuerpos socavan
la mezquindad, la culpa, la estulticia, el error,
y, como los mendigos alimentan sus piojos,
nuestros remordimientos, complacientes nutrimos.
Tercos en los pecados, laxos en los propósitos,
con creces nos hacemos pagar lo confesado
y tornamos alegres al lodoso camino
creyendo, en viles lágrimas, enjugar nuestras faltas.
En la almohada del mal, es Satán Trimegisto
quien con paciencia acuna nuestro arrobado espíritu
y el precioso metal de nuestra voluntad,
íntegro se evapora por obra de ese alquímico.
¡El diablo es quien maneja los hilos que nos mueven!
A los objetos sórdidos les hallamos encanto
e, impávidos, rodeados de tinieblas hediondas,
bajamos hacia el Orco un diario escalón.
Igual al disoluto que besa y mordisquea
el lacerado seno de una vieja ramera,
si una ocasión se ofrece de placer clandestino
la exprimimos a fondo como seca naranja.
Denso y hormigueante, como a un millón de helmintos,
un pueblo de demonios danza en nuestras cabezas
y, cuando respiramos, la Muerte, en los pulmones
desciende, río invisible, con apagado llanto.
Si el veneno, el puñal, el incendio, el estupro,
no adornaron aún con sus raros dibujos
el banal cañamazo de nuestra pobre suerte,
es porque nuestro espíritu no fue bastante osado.
Mas, entre los chacales, las panteras, los linces,
los simios, las serpientes, escorpiones y buitres,
los aulladores monstruos, silbantes y rampantes,
en la, de nuestros vicios, infernal mezcolanza
¡Hay uno más malvado, más lóbrego e inmundo!
Sin que haga feas muecas ni lance toscos gritos
convertiría, con gusto, a la tierra en escombro
y, en medio de un bostezo, devoraría al Orbe;
¡Es el tedio! —Anegado de un llanto involuntario,
imagina cadalsos, mientras fuma su yerba.
Lector, tu bien conoces al delicado monstruo,
-¡hipócrita lector -mi prójimo-, mi hermano!
– Charles Baudelaire – «Al lector», de ‘Las Flores del mal’
– Traducción de Antonio Martínez Sarrión, para Alianza Editorial – 1977
– Música: John Williams – Anakin’s Dark Deeds (Star Wars – Padmés Grave Suite)
– Voz: Manuel Alcaine