RITUALES DE QUITAR LAS VERRUGAS
En el Alto Aragón tenían antiguos rituales para sanar las verrugas y que desaparecieran.
Estos ritos casi siempre estaban alazetaus -fundamentados-en la vieja ley de la simpatía mágica.
Solían hacerlos las curanderas y los mayores a los niños. En Linás de Marcuello el primer requisito para hacer el ritual era acercarse a la muga -mojón- que marcaba el termino municipal de la aldea, donde comenzaba el término municipal de un pueblo vecino.
Cuando llegaban al límite el que hacía el ritual de sanación cogía tantas hojas de buxo -boj- como berrugas tenía el niño o la persona a la que habia que sanar. En ese instante se introducían unos pasos en el término del pueblo vecino, que en el caso de Linás solía ser el de Riglos. Entonces friccionaban cada hoja de boj en cada berruga y a un tiempo pronunciaba una fórmula mágica de expulsión del mal, que decía:
Borrugas tiengo,
borrugas bendo
y ta que no me alcancen,
me escapo corriendo.
La persona que hacía el ceremonial y al que le curaban las berrugas tenían que retroceder deprisa al término de su pueblo y al mismo tiempo arrojar todas las hojas de boj empleadas, para que quedaran en el término vecino. Los límites, huegas o lindes constituían desde antiguo una linea protectora de todo tipo de mal. Esto mismo es lo que hacían los romanos cuando fundaban una civis nueva. El primer ritual era rodear el lugar de asentamiento con una línea de protección, que denomiaban pomerium o circa moerium. Este línea tenía unos metros de anchura y en ese espacio era donde los sacerdotes latinos ejercían los ritos de protección de la ciudad.
En este mismo pueblo de Linás de Marcuello aún tenían otra fórmula de expulsión de las berrugas a un término ajeno. El enunciado era así: “Tantas hojas de buxo, como borrugas tengo, meto bajo ista losa y pa que no me alcancen, m´escapo corriendo.
En este caso al ritual se agregaba otro modo de desembarazarte de las berrugas, pues además de dejarlas en término ajeno, con lo cual creían que perderían o bayo, es decir el rastro de ellas, las enterraban bajo una losa de piedra, con la idea mágia de impedirles el movimiento. Este tipo de pensamiento mágico, aunque ahora nos parezca una cosa extraña, estuvo extendido en el folklore de toda Europa y no sólo en los pueblos primitivos de Australia o Africa, que son los que han mantenido más tardíamente este tipo de creencias.
Aunque había otros remedios en que no intervenía esta filosofía de la magia de simpatía y que eran de índole medicinal. Así era costumbre emplear la linosa, que es la simiente o semilla del lino. Las machacaban en el almirez y la mezclaban con manteca de cerdo, que calentaban hasta que se diluía y la untaban sobre todo tipo de males de la piel, como berrugas y diviesos. También utilizaban para secar las berrugas el látex o jugo de una plantea que en Linás de Marcuello y Agüero llamaban literesa, que es lechetrezna en castellano. Este jugo era muy cáustico y secaba las berrugas.
En el pueblo de Charo, que está en La Fueva, casa casa tenía su propio horno de hacer pan, pues era una labor que correspondía a la dueña de la casa. Cuando algún miembro de la casa tenía berrugas era tradición arrojar un puñado de sal al interior del horno y al hacerlo recitaban esta jaculatoria: Borrugas tiengo, borrugas bendo, las zabuco -arrojo- en o forno y m’escapo corriendo. Si oían petar -chascar- la sal era mal síntoma porque las berrugas no iban a desaperecer. En La Cabezonada, en La Fueva, según Fermina Gracia Lorés, para hacer desaparecer las berrugas cogían una hierba que llamaban gatarrabiosa, que en castellano es el botón de oro, una especie de Ranúnculus. Le hacían un corte y derramaban sobre la berruga su potente látex.
En Abay, que está en el Solano jacetano, era tradición en la noche de la sanchuanada acudir a siete fuentes del término y cogían el vegetal fragante más cercano en cada fuente y capuzándolo o sumergiéndolo en el agua lo frotaban por las berrugas y como refuerzo curativo decían esta fórmula magico-sanatoria:
Sanchuanada de aguas sanadoras,
manda bien lejos istas borrugas,
y toda mala raza de tacas y pupas,
con iste guisopo de yerbas nuevas.
Como condición preventiva no debian ir a esa fuente hasta que llegara la siguiente noche de San Juan, pues si te alejabas del mal evitabas volverlo a sufrir. Es un tabú negativo. Otro precepto que debían cumplir es que estos ritos de ir a hacer abluciones a las fuentes en la noche de San Juan debía hacerse antes de que llegara l’albada o amanecer.
En Camporrotuno -Sobrarbe- según Ascensión Pallás, el vegetal empleado en el rito de sanación de las berrugas era la mimbrera -mimbre- del que cogían tantas hojas como berrugas tenían y al tiempo que las restregaban por las berrugas decían: Borrugas tiengo, borrugas bendo, aquí las dejo y m’escapo corriendo.
En San Juan de Toledo, según Emilio Bardají, cogían hojas de boj y las esgarrapaban -friccionaban- por las berrugas y luego apedecaban -enterraban- las hojas en la primera losa que hallaban. Era una acción mágica para sepultar el mal. Y era creencia que conforme las hojas se iban secando lo mismo les ocurría a las berrugas, por influjo de la ley homeopática de contagio. Como requisito fundamental es que el que tenía las berrugas nunca debía pasar ni mirar al lugar donde estaban enterradas las hojas de buxo.
Todavía hay más remedios y costumbres para la sanación de las berrugas, pero las dejamos para otra ocasión.