“El silencio se impuso sobre el silencio y todas las conversaciones se diluyeron en una oscuridad llena de resonancias distantes. Hasta el alba no volvería a haber vida y la vida iniciaba siendo heraldo de la muerte. Sabían que a las cinco de la mañana comenzarían a oírse nombres y apellidos en el patio y que los nombrados subirían a los camiones para ir al cementerio de la Almudena de donde nunca volverían.
Fragmento de “Los girasoles ciegos”.
Alberto Méndez. -Autor genial de una sola obra-
Alberto Méndez nació en 1.941 en Madrid, donde transcurrió su infancia. Estudió el bachillerato en Roma y se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid. Alberto Méndez había sufrido represalias por su militancia en el Partido Comunista de España y fue expulsado de la universidad por su participación en la manifestación de 1.964 que encabezaron Aranguren, Tierno Galván y García Calvo. Por ser uno de los líderes estudiantiles se le arrebató el título de licenciado en Filosofía y Letras; se exilió a Roma. Durante toda su vida estuvo vinculado a la edición, primero como fundador de la editorial Ciencia Nueva y colaborador de Montena y de la distribuidora Les Punxes, entre otras actividades. Con su única obra, “Los girasoles ciegos”, publicado en 2004 por la editorial Anagrama, cosechó excelentes críticas y se convirtió en el fenómeno editorial del año de su publicación, con una tirada de casi 400.000 ejemplares; pero Alberto Méndez apenas tuvo tiempo de disfrutar de este merecido éxito. Once meses después de salir a la luz su único libro, fallecía víctima de un cáncer, en Diciembre de 2004, a los 63 años.
“Los girasoles ciegos” ganó el Premio Setenil de 2004 al mejor libro de cuentos del año, y póstumamente, en 2005, el Premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa (siendo la primera obra que ganó este premio a título póstumo), lo que demuestra la extraordinaria repercusión de la obra. El libro recoge cuatro relatos ambientados en la inmediata posguerra española y que presentan como denominador común la derrota. >, se lee en la obra. Y la certeza de la derrota, de ese vacío que atenaza tanto a los vencidos como a los vencedores de la guerra, es lo que anuda las cuatro historias de los relatos, que se sitúan en la inmediata posguerra española: un capitán del ejército franquista se rebela contra la avaricia de muerte y se rinde al enemigo el último día de la contienda; un bisoño aprendiz de poeta, huido a la montaña con su novia embarazada, afronta allí el sufrimiento atroz que lo hará madurar demasiado tarde; un preso renuncia a la argucia de Sherezade que le ha permitido demorar su condena de muerte; y un diácono obsesionado con la mujer de un republicano oculto desencadena con su lascivia la desgracia de aquella a quién pretendía amar.
Pocas veces un éxito tan inesperado ha sido tan justo como en este emocionante libro de Alberto Méndez. Más allá de su tupida pero nítida prosa, del virtuosismo de su estructura o de su fuerza metafórica y poética, sobrecoge la impecable precisión con que sus cuatro historias capturan un dolor inasible y lo exponen sin una palabra de más. Y es que “Los girasoles ciegos” es uno de los libros sobre la Guerra Civil española y sus consecuencias más impactantes que se han escrito. No solo por el dolor y la desolación que emana de las cuatro historias que recoge, sino por la calidad y la rotundidad de su prosa. Es una obra magnífica, que atrapa al lector desde la primera página y que se lee de un tirón.
Este libro es el regreso a las historias reales de la guerra y la posguerra que contaron en voz baja narradores que no querían contar cuentos sino hablar de sus amigos, de sus familiares desaparecidos, de ausencias irreparables. Son historias de los tiempos del silencio, cuando daba miedo que alguien supiera que sabias. Cuatro historias, sutilmente engarzadas entre sí, contadas desde el mismo lenguaje pero con los estilos propios de narradores distintos que van perfilando la verdadera protagonista de esta narración: la derrota. Todo lo que narra esta obra es verdad, pero nada de lo que se cuenta es cierto, porque la certidumbre necesita aquiescencia y esta necesita la estadística. Fueron tantos los horrores que, al final, todos los miedos, todos los sufrimientos, todos los dramas, sólo tienen en común una cosa: los muertos. Pero los muertos de esa fatídica época de nuestra historia reciente, ya están resueltos en cifras oficiales, aunque ya es hora de que empecemos a recordar que sabemos. Este es el primer ajuste de cuentas de Alberto Méndez con la memoria y lo hace emboscado en un flagrante intento de hacerlo desde la literatura.
Siempre estuvo Alberto Méndez muy ligado a la literatura. Escribió guiones, hizo adaptaciones dramáticas, pero no tuvo tiempo de dedicarse a la literatura hasta los sesenta años. Entonces escribió un cuento, lo presentó a un concurso, el Setenil, y lo ganó. Eso lo animó a escribir otros que, agrupados en un libro, forman “Los girasoles ciegos”. Antes, junto a otros trece amantes de la literatura, creó la editorial Ciencia Nueva, muy próxima al PCE, hasta que D. Manuel Fraga Iribarne acabó con ella. En una carta que envió a un amigo, Alberto Méndez escribe: “Mi vida ha sido, y así pretendo que sea, una vida oscura y oscurecida por mi dedicación al trabajo y a la familia. El resto ha sido mi militancia política, la clandestinidad, y una obcecación tan fracasada como enfermiza por contribuir a la caída de la dictadura. Lo malo es que, además de no caer, me arrojó encima toda la excrecencia que dimanaba”.
Alberto Méndez fue un escritor secreto que trabajaba de día y por la noche iba macerando, durante años, historias sobre la Guerra Civil sutilmente conectadas. La segunda es, probablemente, la que más impresiona, la más impactante: dos jovenzuelos y su hijo recién nacido viven sus últimas horas en una braña de una montaña fronteriza entre Asturias y León. Cerca, unas vacas pacen con la misma tristeza que les acompaña. Los detalles los conoceremos por las notas que el muchacho ha ido escribiendo en un cuaderno. “Se encontraron un esqueleto adulto y el cuerpo desnudo de un niño de pecho sorprendentemente conservado, sobre unos sacos de arpillera tendidos en un jergón”, puede leerse en el relato “Segunda derrota: 1.940 o manuscrito encontrado en el olvido”. Como hemos comentado antes Alberto Méndez apenas pudo disfrutar un año de la publicación de su libro. Y, pese a que fue acogido con unas críticas excelentes, no llegó a saber que “Los girasoles ciegos” ha alcanzado, nada menos que cuarenta y dos ediciones (más de 300.000 ejemplares vendidos. Todo se fue enredando por un boca oreja apabullante, un constante goteo de ¿has leído los girasoles?. Jorge Herralde, el editor de Anagrama, que se aventuró con la obra, leyó, entre otra estas frases en la presentación del libro en el Circulo de Bellas Artes: “Es un ajuste de cuentas con la memoria, un libro contra el silencio de la posguerra, contra el olvido, a favor de la verdad histórica restituida y, a la vez, muy importante y decisivo, un encuentro con la verdad literaria”.