“La lectura es el único medio por el cual nos deslizamos, involuntariamente, a menudo sin poder evitarlo, en la piel de otro, en la voz de otro, en el alma de otro”.
-Joyce Carol Oates-
La narración de historias es tan antigua como la historia de la humanidad. La tradición de registrar los acontecimientos y creencias de las comunidades se remonta al tiempo en que los humanos empezaron a sentarse alrededor del fuego y a contar historias. Estos relatos se conservaron en forma de leyendas y mitologías que se transmitían de generación en generación, y que ofrecían respuestas a los misterios del universo y su creación. Los registros escritos surgieron al mismo tiempo que las civilizaciones antiguas pero al principio la escritura cumplía funciones simples y prosaicas, como el registro de transacciones entre comerciantes o el inventario de artículos. Los miles de tablillas de arcilla con signos cuneiformes descubiertas en Ugarit, Siria, revelan ya la compleja naturaleza de la escritura hacia 1.500 a.C. Además de servir para registrar información comercial, pronto la escritura se convirtió en un medio para conservar las historias de tradición oral que eran parte integral de cada cultura, así como sus costumbres, ideas, moral y estructura social. Ello condujo a los primeros ejemplos de literatura escrita: Los relatos épicos de Mesopotamia, India y Grecia, y los textos más filosóficos e históricos de la antigua China. Como dijo John Steinbeck, en su discurso de aceptación del premio Nobel en 1.962: “ La literatura en tan antigua como el habla. Surgió de la necesidad humana y no ha cambiado, excepto para hacerse más necesaria.”
En “Orgullo y prejuicio”, de Jane Austen, la señorita Bingley podía hablar fatuamente cuando declaraba: “cualquier otra cosa enseguida te cansa, pero un libro nunca”, pero este sentimiento suena real para muchos de nosotros. A pesar de las diversiones casi ilimitadas que se ofrecen a los lectores actuales, la literatura sigue satisfaciendo una necesidad espiritual o psicológica, y abre la mente del lector al mundo y a su extraordinaria variedad. Hay obras escritas hace cientos de años que nos siguen encantando y divirtiendo hoy; complejos textos posmodernos que pueden ser sumamente estimulantes y continúan atrapándonos, y nuevas novelas tan frescas que se leen como si las palabras se acabaran de inventar. Aunque la definición simple de literatura es “aquello que está escrito”, el concepto ha quedado asociado con las obras de narrativa, teatro y poesía, y ha sido investido con la distinción del mérito y la superioridad. Las primeras historias que se pusieron por escrito, hace alrededor de 4.000 años, adoptaron la forma de poemas, como el ”Poema de Gilgamesh” en Mesopotamia o el “Mahabharata en India que se basaban en tradiciones orales. La rima, el ritmo y la métrica, eran ayudas esenciales para memorizar canciones y relatos orales, por lo que no debe sorprender que los primeros textos escritos emplearan estos recursos poéticos. Muchos textos tempranos eran religiosos, y libros sagrados como la Biblia o el Corán recogían antiguas crónicas e influyeron en la escritura durante siglos. La forma literaria que se convirtió en el teatro griego empleaba una suerte de balada narrativa e introdujo a los personajes con voces individuales, como el coro explicativo y las categorías de comedia y tragedia que hoy siguen vigentes. Las colecciones de relatos que conforman “Las mil y una noches” árabes tenían múltiples orígenes, pero esta ficción en prosa, escrita en un lenguaje sencillo, emplearía técnicas que serían fundamentales en la novela moderna, como la introducción de historias dentro del marco de otra historia, la prefiguración y la repetición de temas.
Aunque la vasta época medieval está salpicada de hitos como el “Beowulf” anglosajón y los romances de caballería, la literatura occidental de entonces estuvo dominada por los textos religiosos en latín y griego. En el renacimiento, la energía combinada de la nueva investigación filosófica y de la pura invención abrieron la puerta a la innovación literaria. A partir de la traducción de los textos clásicos griegos y latinos se configuró un programa de educación humanista que incluía la filosofía, la gramática y la historia. La Biblia se tradujo a las lenguas vernáculas, lo que permitió a los cristianos un acceso más directo a la palabra de Dios. La imprenta de Gutenberg introdujo los libros en la vida de la gente corriente y autores como Geoffrey Chaucer y Giovanni Boccaccio convirtieron la vida cotidiana en tema literario. A principios del siglo XVII, Miguel de Cervantes y Daniel Defoe habían alumbrado lo que muchos estudiosos consideran las primeras novelas modernas, y se había publicado el “Primer Folio” de las obras de William Shakespeare.
La poesía y el teatro seguían evolucionando mientras la novela adquiría importancia, hasta el punto de que, a finales del siglo XVIII, era ya la forma principal de expresión literaria. Eso coincidió con el desarrollo del movimiento romántico. El Romanticismo, caracterizado por una literatura conducida por las emociones de héroes idiosincrásicos más que por el argumento y la acción, hunde sus raíces en el movimiento alemán del “Sturm und Drang”. Los poetas románticos ingleses declararon el poder de la naturaleza para sanar el alma humana y los trascendentalistas de Nueva Inglaterra trataron temas similares. El término “géneros” empezó a utilizarse para designar los distintos tipos de ficción, como, por ejemplo, las novelas del género gótico. A mediados del siglo XIX, el romanticismo fue reemplazado por una nueva forma de realismo social, representado por Jane Austen, que retrató los salones de las clases media y alta británicas, o por Gustave Flaubert, que plasmó la vida de los pueblos provincianos franceses, pero que tendió cada vez más a presentar la dura existencia de las clases desfavorecidas. Fiódor Dostoievski calificó su novela “Crimen y castigo” como realismo fantástico, y los oscuros monólogos interiores de Raskólnicov, su protagonista, contienen los elementos de un thriller psicológico.
Desde entonces, a lo largo de las décadas siguientes, la ficción se ha diversificado en múltiples géneros y subgéneros, desde la novela epistolar, que adopta la forma de cartas, o la novela de formación, que representa el paso de la juventud a la edad adulta, hasta la novela distópica, que presenta una sociedad ficticia indeseable, o la autobiografía falsa. El lenguaje usado en la literatura también se desarrolló, y las novelas que usaban el lenguaje corriente, como las de Mark Twain, ampliaron el alcance social de la literatura. En los inicios del siglo XX, la sociedad occidental estaba convulsionada por los avances industriales y tecnológicos, por los desarrollos científicos y los nuevos movimientos artísticos. En menos de dos décadas, una generación de hombres jóvenes se iba a perder en la Iª Guerra Mundial. A esto siguió un torbellino de experimentación literaria, cuando los escritores buscaron innovaciones estilísticas como el monologo interior y la fragmentación de la narración con el fin de representar la angustia y la alienación de un mundo cambiante. Tras un breve periodo de recuperación y optimismo, el mundo se vio arrojado de nuevo a la confusión al estallar la II Guerra Mundial, y la producción literaria disminuyó, pues muchos autores se vieron implicados en el conflicto bélico y tuvieron que dedicarse a escribir propaganda o informes de guerra en lugar de auténtica literatura.
Después de las dos brutales guerras globales, el mundo estaba preparado para un cambio, y la literatura fue crucial para la contracultura occidental de las décadas de 1.950 y 1.960. Los escritores y teóricos posmodernos exigían del lector algo más que la simple implicación en un relato realista. Ahora las novelas presentan una narración fracturada, no lineal, con narradores poco fiables y finales abiertos. Durante este periodo Occidente cedió terreno a otras voces de la cultura mundial. En países como Nigeria, Sudáfrica o India emergió la narración poscolonial y autores como Gabriel García Márquez contribuyeron a elevar el estatus de una serie de escritores sudamericanos de creatividad extraordinaria. La literatura actual recoge las voces nunca antes escuchadas de feministas, activistas por los derechos civiles, homosexuales, negros, nativos americanos, inmigrantes …etcétera.
Hoy en día existe un saludable desdibujamiento en cuanto a los méritos y la distinción entre la literatura clásica y la popular. La edición global, la edición independiente y la electrónica, los cursos de escritura, los premios literarios nacionales e internacionales, así como el aumento de las traducciones, están difundiendo novelas australianas, canadienses, sudafricanas, indias, caribeñas y chinas, por citar solo unos ejemplos, entre el público mundial. Esta vasta biblioteca global constituye tanto un recordatorio de aquello que compartimos las personas en todo el mundo como una celebración de la diferencia.