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Julio Antonio Gómez – Poemas

8 enero, 2025 - Poesía
Julio Antonio Gómez – Poemas

Julio Antonio Gómez Fraile. Zaragoza, 27-05-1933 / Las Palmas de Gran Canaria, 20-04-1988

CARTEL Julio A Gómez-cuadro

 

Nacido en nuestro barrio de San José, fue un poeta original, diferente, que no bebía de las fuentes tópicas de los poetas de su tiempo. Sus lecturas y amistades foráneas, su educación y formación cosmopolitas, sus frecuentes, prolongadas y hasta definitivas estancias en otros lugares forjaron una voz poética distinta, influenciada por la poesía de Vicente Aleixandre, también de la de T.S. Eliot y del teatro del absurdo de Ionesco. Nos dejó una poesía llena de color, sonido, imágenes, metáforas y símbolos, sensual y apasionada, todos esos elementos hacen de él un gran poeta que culmina su trayectoria con ‘Acerca de las trampas’, condensación y cenit de su poética, un libro repleto de aciertos expresivos que, sin embargo, fue escandalosamente silenciado por el establishment de la crítica literaria en el momento de su aparición. Deshonor que también sufrieron otros grandes poetas de posguerra, como nuestro Miguel Labordeta, José Antonio Rey del Corral, el barcelonés José María Fonollosa y otros tantos.

Llama nuestra atención que cuando su poesía se refiere a su ciudad, Zaragoza es descrita con crueldad, contemplada como símbolo de la desesperación, el confinamiento, la muerte y la miseria moral. Poemas como ‘Zaragoza amarilla’ o ‘Geografía’ nos muestran un panorama desolador de la vida zaragozana. La dureza con la que es tratada la ciudad es incuestionable, seguro que justificada por su dura experiencia personal, marcada por su desinhibida homosexualidad y su compromiso social siempre expresado de forma rebelde en el entorno hostil de aquella Zaragoza gris y cateta, de la que siempre intentó escapar gracias al refugio que para él y otros como él supuso la O.P.I. de Miguel Labordeta y compañía, de la que fue miembro activo y destacado. Sin embargo el dolor deja paso al rencor, algo que también podemos ver en algún gran poeta, como Cernuda. Resentimiento del que pudo alejarse al principio en sus estancias en Paris, más tarde en su definitivo exilio en Tánger, para terminar tristemente en Las Palmas de Gran Canaria.

Hemos seleccionado once de sus poemas para esta grabación que, como siempre, resultará una muestra insuficiente. En todo caso, te invitamos a que la escuches, pues los poemas de Julio Antonio Gómez son memorables.

 

OBRAS PUBLICADAS:

• Los negros, 1955 (publicado en 1992 en Una pasión sombría).
• Las islas y los puertos (plaquette), Zaragoza, Autor, 1958.
• La edad definitiva (teatro), escrito en 1958, apareció en Andalán en 1983.
• El Cantar de los Cantares (plaquette), Zaragoza, Autor, 1959.
• Al oeste del lago Kivú los gorilas se suicidaban en manadas numerosísimas, Zaragoza, Col. Papageno, 1960. / Zaragoza, IFC, 1993.
• Acerca de las trampas (1960-1970), Zaragoza, Javalambre, Col. Fuendetodos de Poesía, 1970.
• El corazón desbordado (epistolario, incluye El fuego de la historia, 1977), Zaragoza, Olifante-Ibercaja, 1989.
• Una pasión sombría. Vida y obra de Julio Antonio Gómez, tomo II (textos), Zaragoza, DPZ, 1992.

 

CRÉDITOS DEL MONTAJE (Poema / Voz):

1. Los Negros / Lola Orti
2. La amada / Ika Ventura
3. Las islas y los puertos / José Luis Hernández
4. Prólogo para un silencio interminable / Mingo España
5. Francis Bacon – Paisaje cerca de Malabatqa / Elena Parra
6. España, ardida lanza / Manuel Alcaine
7. En qué trinchera huiste a la alegría / Ika Ventura
8. Hay edades como penínsulas de sombra / José Luis Hernández
9. Zaragoza amarilla / Mingo España
10. Algunas madrugadas / Elena Parra
11. Geografía / Trafulla Teatro (coral)

Presentación, montaje y ambientación sonora: Manuel Alcaine (IA-Udio)
Referencias:
• Alfredo Saldaña: https://www.ieturolenses.org/revista_turia/index.php/actualidad_turia/julio-antonio-gomez-in-terra-incognita
• Javier Barreiro: https://javierbarreiro.wordpress.com/2011/12/20/julio-antonio-gomez/

 

Selección poemas:

 

1 – Los negros

Y, de pronto, en su cielo, en su piel, en sus pájaros,
en sus labios y dientes retumbó el desconcierto.
Y apareció el fusil y el látigo y la red
y el odio que extendía su aceite hacia las costas.
(El odio fue un fragante vestido de colores
a cuyo aroma nunca pudieron resistirse).
La más desnuda noche se fue desmoronando
sobre la selva intacta que se llenó de gritos.
Porque gritaron todos: Los ecuánimes belfos,
las axilas rasgadas, los élitros potentes,
los sexos violentados, las bocas rebatidas…
De nada les sirvió.
Fueron cayendo a trozos, uno a uno.
Supieron
de la soga y del garfio, del grillo y la cadena…
Cortaron los caminos, las ráfagas hermosas
que quedaban aún vírgenes.
Con sus máscaras blancas,
con sus metales negros, como dioses podridos
Fueron contaminando los más benditos seres.
La selva se erizó en cortantes aristas
de sangre y de ponzoña.
De nada les sirvió.
De nada les sirvió, repito, porque nada
estaba preparado para un golpe tan brusco.

Las aguas se tiñeron de vísceras y asombros.
Sólo quedaba limpia la nieve en la montaña.

(de Los Negros, 1955)

 

2 – La amada (Canto III)

Una fábrica llenaba la ciudad de bruma
en la noche de la búsqueda, en la noche
en que corrí por las calles furiosa y despeinada.
(Ah si pudiera desprender de tu rostro
la boca,
para oprimirla con mi fiebre hasta hacerla morir).
Mil millones de estrellas reluciendo,
cayendo en ramos tras el horizonte
que simula un cuerpo de animal herido
o fatigado por el amor;
a pesar de la escarcha
cuando la noche entra en el hueco de tu axila,
nuestro beso apretado se refugia y calienta.

(De ‘El Cantar de los Cantares’ – 1959)

 

3 – Las islas y los puertos

Huele el alba a café recién tostado
y el puerto se madruga de navíos.
Se sube el sol a un mar de labrantíos.
Un marinero ha muerto enamorado.
Sentir amor, tan de repente míos
los sabores, la sal de tu costado;
notarme moralmente atravesado
de vientos increíbles, de rocíos.
Descubridor: las playas inventadas
que soñaste pisar tan locamente,
se te ofrecen tendidas, entregadas.
Por mantenerlas, lucha diente a diente.
Entre sus solitarias ensenadas
hay un golpe de amor para tu frente.
Adiós; desde esta tierra adiós te digo.
No es la muerte, es la vida quien me llora,
la que desalentadamente añora
morir de mí para nacer contigo.
Adiós al mar, al mar que fue testigo
De tanta soledad abrasadora.
Amor, amor, el corazón ignora
que será la esperanza su castigo.
Ya es posible acabar. La vida apura
canto a canto su trampa de alegría,
golpe a golpe su brasa de amargura.
El barco afirma rumbos de entereza.
Cómo huele hoy el viento a lejanía.
Todo tiene su precio de tristeza.

(de ‘Acerca de las trampas’ – 1959)

 

4 – Prólogo para un silencio interminable

Con humildad escribo
la delirante arquitectura en reposo de mi poesía,
para qué, para quién,
trazo pequeñas manchas casi como palabras que viven,
ignorando si mienten
o si su brillo surge de las tristes verdades
que a la vida aprehendieron
o esconden calladas transmigraciones o llanuras y muertes
edificadas brazo a brazo en un país con alma de naipe,
en un dominio inútil como el grito de un buzo.

Con humildad, sobre mi mesa, ordeno
las murallas amarillentas, los amenazadores cánceres lejanos,
las polvorientas persianas de mi casa olvidada en el viento,
la desesperación nocturna del asfalto que espía
irrevocables sufrimientos, agónico-girar-molino-corazón,
corazón, incansable corazón
para qué, para quién.

Tímidos me visitan ojos alucinados de los barcos
que se tropiezan en la noche con ronquera de incienso,
momias vertiginosas semejantes a baúles inservibles,
paquetes rebosantes de un terror prepucial,
casas y cartapacios hartos de sopas y de misas,
recuerdos con inmovilidad de saurio anhelante de siestas,
murciélagos suspendidos en la hibernación del horror provincial,
tapias de adobe civil a quienes a tiros arrancaron la camisa
para cubrirlas luego con casullas de sangre
y una gris hermosura –un vértigo– agitándose
en el duro encarnizamiento de los barrios perdidos.
Tal pudo ser mi vida
aunque ignore si existo o me sucedo,
para qué, para quién,
en mi disparatada tarea de comedor febril de cánticos,
triste-poeta-funerario-español-inútil,
borracho hasta la frente,
amoroso constructor de ánforas agujereadas
y confiando aún
–aún–
en la pavorosa e intocable vendimia del amor.
Tal pudo ser, para qué, para quién,
mi vida.
Tal pudo ser para nada ni nadie
al preguntarme ahora por los límites hondos de la pena
en el ruedo insensato de esta insultante eternidad baldía.
Todo regresará
certero como un vómito infinito de hastío
sólo salvado a veces por la ira.
Estos sueños…

(de ‘Acerca de las trampas’ – 1959)

 

5 – Francis Bacon – Paisaje cerca de Malabatqa (1963)

La historia tiene brazos
que luchan
o descansan.
La historia tiene bocas
que muerden o que besan.
La historia tiene fuego
Que termina
en cenizas,
pero también cenizas
que ocultan la brasa viva aún,
resistente,
esperando
ser otra vez
el fuego.

(De ‘El fuego de la historia’ – 1977)

 

6 – España, ardida lanza

Hasta la muerte te he de seguir amando
y soñaba ser sangre de tu herida
y trampa en que perdieras la partida
y mazo para darle a Dios rogando.
Malcerraste las brechas de tu herida,
nos diste –a duro toque de campana–
las ruedas de molino del mañana,
la trampa en que ganaste la partida.
Nombrando, en tu mentira de bravura,
a Dios poeta y al poeta, loco,
has cambiado a tus hijos, poco a poco,
por solemnes columnas de amargura.
Pero lloro y te busco…, madre mía:
¿en qué trinchera huiste a la alegría?

 

7 – ¿En qué trinchera huiste a la alegría?

– ¿En qué trinchera huiste a la alegría?
Con extremo cuidado recojo las palabras, las oculto, las quemo
para que apenas puedan reconocerse, las maquillo vistiéndolas
de colores lejanos a los suyos;
para decir:
dolor
doy un rodeo; digo: ayer, hambre, pueblo, paro, crimen;
para nombrar el pan
recorro campos, puños, sindicatos, arados y monedas;
para pedir justicia
me salgo a los veranos mentirosos, los tribunales rosa,
las cárceles modelo, los coros y las danzas;
para expresar amor
violentamente escribo sólo amor,
sólo amor.
Mi hermano se ha sentado de espaldas a mis versos
porque no los comprende.
Dice que es necesario
estudiar la gramática sorda de un idioma distinto.
Nos urge, por lo tanto,
traducir los poemas al corazón del hombre,
dar luz a las palabras, desnudarlas limpiándolas
y decir simplemente:
dolor,
pan
o justicia.
Pero no me es posible.
Yo también tengo miedo.

 

8 – Hay edades como penínsulas de sombra

tiempos lejanos con sienes inquietantes y colmillos dispuestos,
órbitas habitadas por fantasmas, catedrales construídas
con un sudor-silencio gris, amontonando piedras
que huelen siempre a muerte…

así eras tú, ciudad como mujer acostada sin tersura
ni anillos,
sucia de luces pardas que salpicaba el santo ebro avaricioso,
ciudad como mujer, como amante que huyó,
así que -por supuesto- permanece,
arrojada en un lecho desordenado en limo,
acostada esperando -¿qué esperas?- taciturna,
con la cocina de tu antiguo corazón apagada en desorden,
pensando desdeñosa
quizás el exilio de tus mejores hijos
o no pensando,

solamente estás,
estás inmóvil,
quedas
bajo el montón harapiento de tus vestidos cenizosos,
ausente
de todo cuanto tenga el poder de la vida

 

9 – Zaragoza amarilla

yo te amaba en la ceguera de mis octubres
de pantalón corto,
todavía no alzado al recinto durísimo
de tus dientes,
casi desatendido por tus vientos y escarchas
cuando aquellos primeros cigarrillos quemados
-craven a; navicut-
torpemente a escondidas
en los descansos del cinema iris con culo de madera,
cuando en los silenciosos atardeceres misérrimos
penetraban los trenes
mugrientos con hollín y estraperlistas,
cuando la muchedumbre
se apretujaba arriba abajo de los porches con miedo
y la felicidad de los domingos
era magnificada
con frituras de calamar y rosarios de sombra.

entonces
un casi imperceptible hedor
de crisantemos agridulces y diques
descendía
por entre las barcazas del canal imperial
de aragón,
las reciénestrenadas viudas de guerra
contemplaban tristísimas el mear de sus perros
hambrientos
y un ala gigantesca fantasmal silenciosa
nos tapaba los ojos haciéndonos ¿felices?

yo había confiado
todas las puras posesiones de mi corazón,
todos los vasos de mi frágil cristal instantáneo,
todas
las pobres riquezas de mi universo apenas reprimible,
a la oquedad supuestamente maternal y cálida
de tus brazos,
a la vigilancia forzosamente sospechada dulce
de tu cielo vacío.

una tremenda oscuridad
cayó de pronto agrietando las murallas
y el coso se enramó de procesiones
como venas urgentes,
soterradas algarabías triunfalistas
con los ojos pintarrajeados de un violento violeta
escandalosamente funerario.

todo lejos.

(de ‘Acerca de las trampas’)

 

10 – Algunas madrugadas

todavía se atreve
alguien
se atreve a cantar empujado
por el clarete salvador altivo
alguien
a cantar algunas madrugadas
pero nadie
le escucha.

nadie le escucha;
duermen los fabricantes de regaliz, se sobresaltan
las esposas del funcionario agonizante que acaricia un 600,
los gerentes
pagan el uisqui del adiós y eructan
ansiosamente por una revolución de enormes tetas libres
sólo para ellos,
el canónigo enciende por sexta vez la luz
y mira con tristeza el orinal mutismo solitario;
afuera
la noche no es azul,
continúan vigilantes los bancos construídos
con paredes de hielo
sobre los debe-haber terribles homicidas inmóviles
palacios sin calor y sin respuesta:
un desgarrado grito silencioso
se ahoga en el terror de los ficheros oxidados
y de nada sirve
llorar,
de nada sirve
nada.

Los reciennacidos deberían arrojarse
desde los más irremisibles acantilados.

(De Acerca de las trampas,Colección Fuendetodos, Ediciones Javalambre, Zaragoza1970)

 

11 – Geografía

(Julio Antonio Gómez Fraile – José Antonio Labordeta)

 

Zaragoza limita al Norte con la desesperación,
asomada a los crujientes secanos
que buscan grandes puertas
para escapar al insulto
de los Paradores de Turismo,

Zaragoza limita al Norte
con la desesperación de los rebaños eternamente soñolientos
que aman el hambre casi humana del pastor
acurrucado y solo
como una masturbación en los espartos.

Zaragoza limita al Sur con las arpilleras rotas en los presidios
balanceadas por el aliento de los castigados a celdas,
humillados por la oscuridad del pánico,
por el aluminio de los tenedores
por los ojos implorantes
dejados caer a ciegas desde las galerías,

Zaragoza limita al Sur
con la acusación de los cipreses testificales
erguidos ante una Muralla China de tapias fusiladas
en cada madrugada inmóvil.

Zaragoza limita al Este con la ira del viento
que aún no ha conseguido borrar los nidos de ametralladoras,
que no ha sido capaz de rellenar aún
la herida prolongada de las trincheras que continúan,
en las que el romero, respetuosamente, se niega a florecer.

Zaragoza limita al Este
con el llanto de los sobres ministeriales comunicando muertos,
con la mano helada ofrecida por los funcionarios crueles, complacientes,
con el terror blanco de los registros domiciliarios,
con la ensordecedora desnudez
en los interrogatorios llevados hasta el fin,
hasta todo el silencio.

Zaragoza limita al Oeste
con la indiferencia de los campanarios,
con la carcoma sonora que asciende en la oquedad
de los retablos platerescos ausentes,
en la ya desconchada purpurina
del manto de Santa Engracia,
en la blancura un poco ajada de Santo Dominguito de Val,
rodeado de judíos feroces pintados de negro.

Zaragoza limita al Oeste
con los amaneceres rebosantes de sacos y de gitanos
el hambre alzada hasta el orgullo de los anchos ojos
buscando en las basuras de nadie sabe qué pradera o justicia
disputándose el pan y los espejos.

Zaragoza limita con toda limitación,
con el frío y las voces
de las esquinas custodiadas
por los tercos vendedores de iguales,
únicas voces permitidas,
únicos gritos golpeando las calles,
únicos y ciegos.
Ciegos
Abrid los ojos.

(Publicado en Seminario de Poesía – 1970)

 

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