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Nada más que libros – El corazón de las tinieblas (Joseph Conrad)

9 octubre, 2024 - Literatura
Nada más que libros – El corazón de las tinieblas (Joseph Conrad)

“La parda corriente fluía rápidamente desde el corazón de las tinieblas, llevándonos río abajo en dirección al mar, al doble de velocidad que cuando la remontamos; la vida de Kurtz también se escapaba con rapidez, fluía y fluía de su corazón hacia el mar del tiempo inexorable”.

Fragmento de El corazón de las Tinieblas, de Joseph Conrad.

 

CARTEL NMQL - Conrad-cuadro

Teodor Józef Konrad Korzeniowski, nació en Berdiczew, Polonia, en 1857 y fue considerado uno de los más grandes escritores modernos. Hijo de un noble polaco, quedó huérfano a los once años y estuvo bajo la tutela de su abuela y de su tío paternos. A los 16 años abandonó Polonia rumbo a Marsella donde inició su andadura como marino mercante, que lo llevaría en una primera etapa a comerciar con armas para las tropas carlistas españolas.. y también a un intento de suicidio. Huyendo del peligro de ser reclutado por el ejército zarista pues era súbdito ruso de la Polonia ocupada, se trasladó a Londres en 1878, sin saber una palabra de inglés. Dos años después de que se aprobara el examen que lo convirtió en 2º oficial de la marina mercante, y seis años más tarde accedió al grado de capitán, adquiriendo al mismo tiempo la nacionalidad británica y adoptando su nuevo nombre: Joseph Conrad.

Conrad navegó durante toda la década siguiente, sobre todo por los mares del sur, el archipiélago malayo, África y el río Congo, experiencias que se reflejarían en su obra. El autor no comenzó a escribir hasta 1889, y su primera obra, “La locura de Almayer” se publicó en 1895. Un año antes había dejado de navegar y su situación económica era precaria (en realidad siempre lo fue). Su primer éxito fue con la novela “Chance” de 1912 y desde entonces sus libros fueron bien recibidos por la crítica, aunque no tanto por el público. Aunque la mayor parte de sus narraciones tienen como telón de fondo la vida en el mar y los viajes, la suya no puede considerarse como literatura de viajes en sentido estricto. Estos constituyen el ámbito en el que se desarrolla la lucha de los individuos entre el bien y el mal, el escenario en el que se proyectan sus obsesiones y, en particular, su soledad, su escisión y el desarraigo.

Joseph Conrad escribió en total tres novelas, dos libros de memorias y numerosos relatos. Entre las novelas destacan “Lord Jim” de 1900, indagación en torno al problema del honor; “Nostromo” (1904), quizás su mejor creación; “El agente secreto” de 1907, a propósito del mundo anarquista inglés; “Bajo la mirada de Occidente” (1911), situada en la Rusia zarista; “Victoria” de 1915, con los yeguas del sur como escenario y “La línea de sombra” (1917), narración abiertamente autobiográfica acerca de su primera singladura como capitán a bordo del “Otago”. Entre sus relatos se encuentra “El corazón de las tinieblas”, escrito en 1899 y publicado en 1902, del que hoy hablaremos. El autor, aunque mantuvo cordiales relaciones con algunos ilustres escritores de su tiempo como Rudyard Kipling, Henry James o HG Wells, se mantuvo casi siempre al margen de la vida literaria. Posteriormente su obra se ha ido valorando cada vez más y ha ejercido un fuerte influjo en la literatura universal. Joseph Conrad falleció en Bishopsbourne, Inglaterra, en 1924, a los 67 años.

En el siglo XIX, el imperialismo dominaba el mundo, y muchos países europeos ostentaban un poder inmenso sobre sus colonias. Los autores occidentales sostuvieron a menudo actitudes ferozmente colonialistas, y el sentido de superioridad del colonizador queda patente en muchas novelas de la época. Pero, al filo del siglo XX, el colonialismo y sus brutales efectos sobre los pueblos subyugados empezaban a ser cuestionados. Muchos escritores se alejaron de la perspectiva imperialista para examinar las complejidades del colonialismo y los aciertos y errores de los imperios. Rudyard Kipling, por ejemplo, desafió sutilmente la imagen de un Imperio Británico benevolente. Sin embargo, de toda la literatura de la época, es la obra de Joseph Conrad, y en particular su relato “El corazón de las tinieblas”, la que mejor refleja la explotación y la intolerancia colonialistas.
Africa, el escenario de la narración, era para la Gran Bretaña victoriana << el continente oscuro>>. La imagen de oscuridad recorre toda la novela; así, por ejemplo, se dice que el Támesis conduce directamente, cito textualmente, <<al corazón de las inmensas tinieblas>> , y que Londres es <<uno de los lugares oscuros de la tierra>>. Y se sugiere que esa oscuridad puede ser tanto exterior como interior: un hombre blanco instalado más allá de los límites del sistema social europeo, como Kurtz, el enigmático traficante de marfil de la novela, puede llegar a vislumbrar la oscuridad en su propia alma.

Al principio del relato, un grupo de amigos reposa en un yate anclado en el río Támesis. Uno de ellos, Marlow, cuenta la historia de su estancia en el Congo Belga, precedida de algunos pensamientos sobre lo que él llama <<la conquista de la tierra>>, la cual <<no es nada agradable cuando se observa con atención. La conquista se basa en la desposesión, en arrebatársela a quienes tienen una tez de color distinta o narices ligeramente más chatas que las nuestras>>. La travesía de Marlow por el Congo se lee como un viaje al infierno: los africanos negros muriendo por agotamiento, maltrato y desnutrición; los blancos europeos enloqueciendo lentamente; el barco sometido al ataque de los habitantes de la selva…A Marlow le obsesionan las historias que oye sobre Kurtz, que ha amasado inmensas cantidades de marfil, pero que ha abrazado la oscuridad que le rodea…o que tiene dentro de sí .

Un informe escrito por Kurtz sobre cómo erradicar las <<costumbres salvajes>> termina, según descubre Marlow, con una frase garabateada: <<¡Exterminad a estos bárbaros!>>. Conrad sugiere así que, bajo la supuesta misión de <<civilizar>> África, yace el impulso de exterminar a aquel que es distinto. Pero, igual que Marlow advierte su afinidad con su tripulación de caníbales (<<excelentes tipos>>, los llama), comprende también su afinidad con Kurtz. Y es que en el fondo, Joseph Conrad –contemporáneo, por cierto, de Sigmund Freud– está sugiriendo en esta narración que el viaje de Marlow a lo profundo de la selva del Congo puede leerse como un viaje al tenebroso interior de la psique humana.

En la última parte de sus “Obras completas”, Jorge Luis Borges apunta que el viaje del capitán Marlow por la selva en busca de Kurtz es acaso “el más intenso de los relatos que la imaginación humana ha labrado”. El gran escritor argentino, que decía abominar las obras largas, asevera también que <<Conrad ha demostrado que un cuento corto –no demasiado corto-, lo que podríamos llamar long short story, puede contener todo lo que contiene una novela, con menos fatiga. para el lector>>. Borges admiraba a Joseph Conrad; no hay mejor referencia que esa para conocer a ese genial autor.

El viaje del capitán Marlow a las tinieblas de África no es sólo un descenso a los infiernos del colonialismo europeo, no sólo busca desenmascarar la hipocresía de los << conquistadores>> que alegando nobles valores humanitarios han torturado y explotado a poblaciones indefensas. Es también un viaje por los meandros del alma y por las duplicidades de la psicología humana. Y es que en “El corazón de las tinieblas” la aventura de la búsqueda del mítico Kurtz en la selva impenetrable se transforma en la exploración de las oscuridades de la mente del hombre blanco. Así, ayer, la barbarie de la fe en la <<raza aria>>; hoy, unos países dominantes extraviados e inhumanos, a merced de gobernantes que están al servicio de bancos y de financieros y de partidos políticos (empresarios del miedo) que predican la intolerancia.

En la obra, Kurtz, sólo en aquel abismo (pienso ahora en el otro Kurtz del film “Apocalyse Now” de Coppola, y en las atrocidades del neocolonialismo estadounidense) se ve reflejado su vacío y el drama de una civilización occidental embrutecida, cuyo sentido parece encerrarse en sus palabras finales: <<¡El horror! ¡El horror! >>.

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